Critica a la famosa Supernanny

martes, 22 de julio de 2008


No culpéis a la víctima


Crítica a "Supernanny"


Si un granjero cuida mal de sus animales, éstos enferman y todo el mundo comprende que aquél es el único responsable. Si un país o una empresa van mal, nadie lo atribuye a sus ciudadanos o trabajadores, sino sólo a la mala gestión de sus políticos y gerentes. Si un médico lesiona a su paciente, nadie responsabiliza sino al profesional inepto. Y así sucesivamente. ¿Por qué, entonces, tantos padres -autores fundamentales de la crianza y la salud psicológica de sus hijos- se empeñan en quejarse y acusar de "problemáticos", "malos hijos" o incluso "trastornados" a los críos que no se comportan como ellos (y la sociedad) esperan? Es el viejo truco de acusar a la víctima para eludir la responsabilidad de los propios errores. Y ello, además, con la frecuente complicidad de cierto tipo de psicología y psiquiatría -en realidad, mera pedagogía-, que se esfuerzan en dar una pátina de "objetividad" y "verosimilitud" científica a lo único que se pretende desde siempre: que los débiles se sometan a los fuertes .

Un ejemplo de esto puede verse en ese famoso e internacional programa televisivo llamado "Supernanny". Dándose por hecho que los niños tienen "un gran problema" (o, más bien, los padres con ellos), una "superniñera" -psicóloga de orientación cognitivo-conductista- enseña a los padres cómo manejar a esos "diablillos" para recuperar el "orden" familiar. Aunque es cierto que la superniñera ofrece algunos buenos consejos prácticos, tiende a minimizar, a mi juicio, lo esencial: el sufrimiento emocional de los niños (causa básica de sus conductas "inadecuadas") y los problemas emocionales (es decir, la neurosis personal) de los padres, fuente definitiva de sus continuos errores pedagógicos y del dolor de sus hijos. Si tales problemas paternos no se resuelven y ni siquiera se conciencian, ¿cómo puede esperarse que las recetas de la superniñera funcionen por mucho tiempo, o que los trastornos de los hijos no adquieran -por la represión que exigen tales recetas- formas más sutiles, profundas o graves? Todo lo que no resuelve, regresa.

Son evidentes las dificultades neuróticas de la mayoría de padres que aparecen en esos programas: inmadurez, frialdad emocional, debilidad, ansiedades, miedos, hostilidad, depresión, frustraciones íntimas, dependencia respecto a los propios hijos, etc. En tales condiciones, no pueden ofrecer atención, ternura, seguridad y paciencia a sus hijos, ni inspirar confianza y sana autoridad en éstos, de modo que los críos se sienten abandonados, desesperados y rabiosos, absorben todas las ansiedades y hostilidades de los padres, y el resultado son esos terribles berrinches, rebeldías y violencias que tanto escandalizan a todos. Esas conductas "inadaptadas" no son sino formas desesperadas de reclamar el cariño que anhelan y, a la vez, de descargar la ira por el daño que continuamente se les inflige. Es un angustiante círculo vicioso: cuanto más reclaman el amor, más se les escamotea; sólo quienes han sufrido este tormento saben a qué me refiero. El gran error de la superniñera es, en mi opinión, que, tomando partido por los adultos, pretende "domar" a los niños por métodos conductistas basados en última instancia en la dominación y el miedo (obligaciones, castigos, premios, etc.), en vez de obtener su obediencia y socialización a través de la gratitud que siente espontáneamente un niño bien amado. Porque un niño sano, en efecto, es dócil no porque tenga miedo consciente o inconsciente, sino porque se siente feliz y agradecido y, en consecuencia, acepta y respeta la autoridad parental, y le gusta colaborar con ella.

La pedagogía actual es cruel y chapucera precisamente por los mismos motivos: porque se empeña en ignorar los sentimientos humanos. Y muchos psicólogos modernos, increíblemente, se suman al error, pues creen que, como los sentimientos no se ven, no son "científicos", y si no son científicos... ¡no existen! Por ello, como el amor tampoco es científico, entonces es irrelevante -o al menos secundario- en asuntos de psicología y comportamiento humanos. Un monumental disparate que, naturalmente, sólo puede conducir a la universalización de la neurosis.

Pero el mundo adulto no sólo culpa y maltrata a los hijos para eximirse de sus propios errores, sino que, en otra vuelta de tuerca, comete un segundo error: sobreprotege, mima, malcría, educa con negligente pasividad a los niños. En realidad, los estafa: en vez de amarlos, les regala juguetes, objetos, privilegios, nocivos consentimientos, con lo cual se logran dos cosas: 1) los adultos alivian la propia conciencia o sentimiento de culpa por saberse egoístas o ineptos; 2) "tapan la boca" y reprimen la frustración de los niños -que quieren amor, no sucedáneos- con el argumento de "¿ves?, te queremos porque te regalamos todo lo que pides". El resultado serán jóvenes vacíos, narcisistas y resentidos y, en lo más hondo, autodestructivos.

Y es que, en suma, sólo hay algo peor que maltratar a alguien: negarlo, y prohibir a la víctima su legítimo derecho a replicar o defenderse. Aunque dicha prohibición sea por métodos tan refinados como el "debido amor a los padres", la pedagogía conductista o las etiquetas psicopatológicas o psiquiátricas.

Fuente: http://www.psicodinamicajlc.com/articulos/jlc/nanny.html

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