El miedo a ser permisivos

sábado, 28 de junio de 2008





Me encontre este articulo y me parecio muy interesante, a pesar de que tiene para mi gusto demasiadas alusiones a la religion y a la sociedad norteamericana. Sin embargo tambien me pareció de una lógica aplastante.





A la gente nunca le ha sorprendido saber que muchos de los chicos irresponsables, delincuentes, drogadictos o con otros problemas similares han sido criados en ambientes que dejan mucho que desear. Esta relación entre el hogar "enfermo" y el hijo "enfermo" se ha conocido por siglos. Es totalmente razonable esperar, y la experiencia lo ha confirmado repetidamente, que los niños criados por padres infantiles, indolentes, irresponsables, incompetentes o criminales, resultaran mal ("de tal palo, tal astilla"). Podemos intuir con bastante seguridad que en esas familias los padres dan un mal ejemplo, han fracasado en enseñar conductas éticas apropiadas y no han puesto suficiente atención a las necesidades físicas y emocionales de sus niños. Podemos incluso sospechar que estos padres en realidad no deseaban o no aman a sus hijos. El sentido común nos dice que los "niños problema" resultarían de tal contexto familiar.

De cualquier manera, lo que ha sido extremadamente confuso para los padres por siglos, es el problema de explicar cómo esos niños "salvajes" irresponsables, delincuentes que en realidad han sido criados por padres honestos, responsables y en general, buenos ciudadanos. Esta contradicción entre la moral de los padres y la de los hijos ha sucedido tan regularmente durante toda la historia del hombre que se ha convertido en parte de nuestro folklore. Numerosas novelas y obras de teatro se centran en una persona prominente cuyo hijo se convierte en el malo del pueblo o en como la hija del ministro se convierte en la prostituta del pueblo.


Históricamente, en sus intentos para explicar este fenómeno, el público ha utilizado tres teorías principales. La más antigua sostiene que el hijo malo ha sido poseído por el diablo o algún otro espíritu malvado. El sentido común dictaminó en estos casos que la estrategia a seguir para curar la condición era "sacar el diablo a golpes" del niño. A medida que la humanidad se alejó de esta conducta primitiva, una idea más compatible con el pensamiento científico moderno se desarrollo. Fue la teoría de la trasmisión hereditaria de los defectos de la conducta y personalidad. De acuerdo a esta teoría, si un hijo "malo" de repente aparece en medio de una familia "buena", se ha sospechado que sus ancestros tenían genes defectuosos. Así, probablemente este gen se manifestó de improviso en el niño que era el portador. Gradualmente esta idea también fue desacreditada por genetistas, biólogos y psicólogos del siglo veinte. Permaneció entonces, solo una explicación ampliamente aceptada para este fenómeno que no ha sido refutada por pensamiento avanzado alguno.


Esta tercera explicación pone la culpa de los niños delincuentes en los padres que son permisivos. Esta teoría siempre ha coexistido con las otras dos. Pero ahora, las otras dos teorías han desaparecido, esta aparece como la favorita absoluta.


Específicamente, de acuerdo a esta explicación, los padres de un hijo delincuente han sido ya sea muy ignorantes o muy irresponsables por no haber castigado a sus hijos, ya sea por conductas negativas sin importancia o graves. Es por el fracaso o la negación de los padres de haber usado castigos fuertes, firmes, congruentes y justos, y a veces hasta demasiado duros, lo que permitió que el hijo desarrollara una conducta salvaje, irresponsable o antisocial. Por lo tanto, de acuerdo a esta teoría, la aversión de los padres a castigar como una fuerza restrictiva permitió al niño desarrollar un patrón delincuente. Esta forma particular de fracaso parental se conoce como ser permisivos.


Como dije anteriormente, esta explicación que culpa a los padres no es más nueva que la teoría demoniaca o la hereditaria. El hecho de que esta etiquetada con el termino más bien contemporáneo: "permisividad", muy apenas disfraza su antigüedad. Sus raíces, de cualquier manera, pueden ser vistas claramente en advertencias a los padres como: "Mientras la rama se dobla, va creciendo el árbol" ("As the twig is bent, so grows the tree") y "el que no odia a su hijo no evita la vara" ("He who hates not his child, spares not the rod.")


Actualmente, entonces, las advertencias sobre la permisividad parental representan la más grande guía teórica disponible para los padres y autoridades responsables en sus esfuerzos por entender, prevenir y tratar desordenes de conducta, incluyendo el tan tristemente actual uso de drogas.


Espero convencerlos de que la permisividad no debería ser aceptado como una explicación válida para lo que está mal en tantos jóvenes de hoy en día. Esto no es para defender o condonar el sobrepermisividad. Al alcance al que es practicado tendría un efecto muy pobre en la personalidad de un niño. De cualquier manera, mi propia experiencia con muchísimas familias me ha convencido que hay muy pocas personas en el país suficientemente alejadas de la fuente de información disponible como para permanecer ignorantes al respecto de los peligros del verdadero sobrepermisividad. Esta información se maneja diariamente en cantidades masivas, en las iglesias y escuelas, en las cortes legales, en los programas gubernamentales e indirectamente en todas las formas de publicidad. Los peligros del sobrepermisividad se describen en libros, artículos de revistas, en las columnas de consejos de los periódicos, y en panfletos producidos por ciudadanos preocupados. El punto de vista principal se presenta casi universalmente como el modelo más valido a seguir por los padres.


En determinado momento durante el transcurso de mi trabajo como psicólogo trabaje para una institución que proveía custodia y tratamiento para enfermos mentales. Esta gente había sido declarada loca, y legalmente confinadas en una institución. En mis charlas con estos pacientes, muchos de los cuales eran padres, encontré que estaban bastante conscientes de los peligros del ser permisivos en la crianza con sus propios hijos. Años más tarde trabaje extensivamente con adultos diagnosticados ya sea como con personalidad limítrofe o con retraso mental (con CI de 65 y menos). La mayoría de ellos podrían recibir ayuda económica del estado por la severidad de su enfermedad. Estas personas también podían describirme a su manera lo cuidadosos que tenían que ser en educar a sus hijos de manera de no malcriarlos.


Es muy improbable que cualquier tema en este país produjera tanto acuerdo como al respecto de los peligros para el niño de la permisividad parental.


Así, espero convencer al lector que el "enemigo" del niño NO es la permisividad, sino más bien EL MIEDO a ser permisivos. Es este miedo el que convierte a buenos padres a comportarse con sus niños en maneras irrespetuosas, no empáticas, insensibles que al final dan como resultado delincuencia juvenil. Es este miedo a la permisividad que asusta a los padres y no les permite demostrar formas de conducta que sean humanas, constructivas y conciliatorias que construyan, en vez de destruir su relación con sus hijos. Es el miedo de los padres a ser permisivos que los forza a abandonar su papel como el mayor recurso de sus hijos, el cual debería proveer gentileza, amabilidad, confianza, fe y capacidad de perdón en la relación con los otros. Debido a que han sido forzados por una teoría anticuada a abandonar estas formas de conducta que producen sentimientos amorosos en sus hijos, los padres inevitablemente producen sentimientos de enojo, con consecuencias trágicas.


Lo que estoy tratando de presentar al lector, es que, contrario a lo que puedes creer ahora, la mayoría de los niños que se convierten en delincuentes y/o drogadictos NO HAN SIDO TRATADOS PERMISIVAMENTE. Tampoco vienen de hogares en los cuales los padres han sido irresponsables, incompetentes o negligentes en cualquier responsabilidad para con sus hijos. Mas bien, estos jóvenes han sido educados por padres que son por lo general informados, sinceros, inteligentes, dedicados y responsables miembros de su comunidad. Es el padre promedio, de clase media, guiado por su miedo a ser permisivo que, durante el proceso normal de criar a un hijo, manifiesta inconscientemente un grado de sentimientos hostiles en el niño que resulta en varias formas de conducta antisocial.


Por siglos, la gente ha estado educando a sus hijos siguiendo la teoría antigua de que un grado suficiente de castigo, juiciosamente aplicado, podría crear buen carácter y buena conducta. Sin embargo, como ya lo indique, el fracaso de esta técnica es tan numeroso que se ha engarzado en nuestra literatura. ¿Cómo se puede creer la longevidad increíble de esta teoría antiquísima de cara a la evidencia contraria masiva? Me gustaría discutir varias razones en detalle para que comprendan mejor y sean capaces de determinar la inutilidad de esta teoría-del-miedo-a-malcriar para tus propios hijos.



La razón principal para la persistencia de la confianza pública en la efectividad del castigo es que el castigo afecta la conducta y los resultados son casi inmediatos. Particularmente, cuando el niño es joven, el castigo produce cambios de conducta que se observan inmediatamente, de acuerdo a los deseos de los padres. Como cualquier padre sabe, si se le pega en la mano a un niño pequeño suficientemente fuerte y a menudo, el niño parará de hacer con esa mano lo que el padre no quiere que haga. Esta secuencia inmediata de causa y efecto da al uso del castigo la APARIENCIA de validez indisputable. El sentido común de los padres se inclina hacia aceptar la evidencia que el mismo padre está viendo. Por lo tanto, la lógica y el "sentido común", respaldados por una amplia aprobación social dictan que los padres continúen dependiendo de la teoría que manda el castigo para la conducta indeseada, en vez de experimentar con algunas teorías más abstractas que prometen buena conducta después, pero proveen resultados menos inmediatos en controlar la conducta del niño, aquí y ahora.



Veamos el siguiente caso y fijémonos en como los padres confían cada vez más en que su técnica de educación es la correcta.



Los padres pudieron eliminar la tendencia de su hijo, al año y medio y a los dos años, de abrir ciertas puertas, con el castigo de pegarle en las manos. (El castigo "funcionó") Cuando el niño tuvo 3 años y medio, pudieron parar sus berrinches pegándole. Ocasionalmente, usaban una vara larga si la mano sola era insuficiente (el castigo "funcionó) Cuando tuvo 5 años, lograron que dejara de decir malas palabras lavando su boca con jabón (el castigo "funcionó") El niño se comportaba en la mesa porque lo castigaban si mostraba malos modales. Si "comía como un cerdo", o se negaba a probar comidas nuevas, o si no se terminaba toda la comida de su plato, lo mandaban a su cuarto. (De nuevo, el castigo "funcionó") A los 9 años, los padres detuvieron su tendencia de llegar tarde a cenar castigándolo sin dejarlo salir una semana cada vez que llegaba tarde. Por lo tanto, todos los problemas de conducta del niño fueron "resueltos" con el uso consistente de castigos desde suaves a moderados. (a mi no me lo parecen, ni suaves ni moderados)



Ahora, "de repente" a los 13 años de edad, el niño se vuelve apático y hostil. No trabaja en clase y está en conflicto constante con las autoridades escolares. Usa lenguaje irrespetuoso enfrente de su madre. Y para colmo, se le sorprende tomando pastillas en el baño de la escuela.



¿Qué pensaría cualquier padre sensible que seguía? Obviamente, la misma cosa que había sido tan exitosa en "resolver" todos los problemas de conducta del niño durante todos los años anteriores. Solo que ahora, debido a la seriedad de la mala conducta, un castigo más severo que nunca es lo que parecería apropiado. En tal situación, los padres sinceros pero terriblemente alarmados le darían al niño la paliza más severa que había recibido.



Como pueden ver, el hecho de que el castigo pareciera funcionar cada vez que fue usado hace imposible que los padres conciban la idea de usar cualquier otra técnica. Por lo tanto, la demostración inmediata del efecto del castigo ha seducido a generaciones de adultos sensibles a abrazar esta técnica como la técnica principal para criar a sus hijos.



El Segundo factor al que se le atribuye la longevidad de este acercamiento es la impresionante creencia pública en su efectividad. Esta creencia masiva en la utilidad del castigo esta creada en el factor número uno, descrito arriba. De cualquier forma, ya que se alcanza la aceptación universal, el público mismo se convierte en un factor que perpetua la creencia. El padre individual está irremediablemente intimidado por la existencia de una teoría que históricamente y hasta la fecha ha conseguido el estatus de una inatacable virtud.



Que el padre individual se desvié de este dogma aceptado tendría el mismo significado y consecuencias sociales que si se hubiera desviado de alguno de los Diez Mandamientos. Primero, por supuesto, sentiría culpa porque creería que está contribuyendo a la destrucción de su propio hijo. Segundo, para el padre individual desviarse del patrón socialmente aceptado lo expondría al escrutinio público, ridiculización y condena. La creencia del padre en que está haciendo lo correcto con el niño, reforzada por la aprobación masiva de la sociedad, hace casi imposible que pueda relacionarse con el niño en cualquier otra manera distinta a la prescrita en la propuesta "no los malcríes".



Por tanto, el padre responsable está atrapado por su consciencia hacia alejar a su hijo. Pero la teoría en si misma mantiene su aura de que es lo correcto. La culpa, si las cosas salen mal, termina estando en el niño, cuyo sistema nervioso estaba defectuoso de inicio que no respondió correctamente al obviamente correcto sistema de disciplina.



Una tercera razón para que esta teoría arcaica continúe siendo aceptada es la disponibilidad de numerosas racionalizaciones que explican todos y cada uno de los resultados en los cuales la teoría no produce los resultados deseados. Se ha tornado extremadamente difícil desacreditar esta teoría debido a estar racionalizaciones. Los proponentes de esta teoría no se replantean su validez cuando produce consecuencias indeseadas. Más bien, buscan culpar a uno de los participantes de la situación, ya sea los padres, por no haberla usado lo suficiente, o el niño, por su fracaso a responder correctamente a ella. Si estos fracasos obvios son vistos como éxitos, es prácticamente imposible analizar esta teoría con el mínimo grado de objetividad.



La primera de estas racionalizaciones toma la forma de culpar al padre por varios defectos. El primero de ellos es que no fue sucientemente inteligente, o suficientemente informado para estar consciente de los peligros de la permisividad. Se asume automáticamente que siempre que un niño se convierte en delincuente el padre lo ha criado permisivamente. Esto es solo una suposición, dado que usualmente no hay ninguna evidencia de ello. Lo que se toma por evidencia, es el hecho de que el niño está en problemas. Esta clase de razonamiento es circular y lógicamente indefendible.



El análisis de la situación probablemente ocurrirá en la mayoría de los casos en donde el padre del niño delincuente es una figura pública, políticamente liberal o adinerado. El consenso de la opinión pública, entonces, es que el padre liberal crio a su hijo permisivamente, en congruencia con su filosofía política liberal. En cuanto al padre adinerado, se asume que malcrió a sus hijos dándoles "todo lo que pedían". Aun en la ausencia de evidencia contundente, los padres liberales y/o adinerados pueden encontrar bastante difícil probar que, de hecho, no malcriaron a sus hijos.



Pero ahora con incrementada frecuencia, se ha hecho público que muchos chicos irresponsables, delincuentes, que usan droga o suicidas vienen de hogares en los cuales los padres (aun adinerados) son invariablemente responsables, con responsabilidad cívica y políticamente conservadores. Estos padres incluyen ministros, doctores, policías y jefes de policías, jueces, oficiales militares, hombres de negocios conservadores, políticos y hombres trabajadores.



¿Y qué dicen los que proponen esta teoría con la evidencia de que los niños delincuentes vienen de hogares en los cuales los padres obviamente están bien informados sobre los peligros de la permisividad y de malcriarlos? Esperaríamos que esto debilitara la creencia pública en esta teoría, sin embargo, esto no sucede. Más bien, salen nuevas racionalizaciones que reivindican la teoría, hallando la culpa en los padres. Ahora, como estos padres han aceptado públicamente la teoría para que se sepa que sus hijos no fueron criados permisivamente, la excusa que se les ofrece es que ellos mismos son gente defectuosa. La nueva posición entonces es que la teoría que usaron es la correcta, pero que ellos eran personas no virtuosas que no producirían buenos resultados.



Así, el público comienza la intrigante pero poco caritativa búsqueda de defectos en el carácter de los padres. Hay muchas variaciones sobre lo que pueden ser acusados los padres conservadores. Hipocresía es actualmente la palabra de moda. El razonamiento va más o menos así: "Ah, si, ya sé que el senador (ex agente FBI) nunca hubiera criado a sus hijos permisivamente, pero ya sabemos que los políticos son todos hipócritas. ¿De qué otra manera esperarías que saliera el hijo de un hipócrita?" (El padre puede también ser acusado de ser secretamente alcohólico, adultero o estafador).



¿Quién de nosotros no ha visto la escena final de cualquier serie de televisión en la cual el hijo adolescente, encerrado en la cárcel por uso de drogas, le grita a su respetable padre: "es tu culpa "Has estado jugueteando con tu secretaria por años"? En otra variación de esto, el adolescente culpa a ambos padres por sus líos –su madre usa medicamentos prescritos para el dolor de cabeza y su padre pasa demasiado tiempo en la oficina. (Aquí, el "pecado" del padre es materialismo.)



Estas ideas, por supuesto, encuentran una audiencia receptiva entre los jóvenes que disfrutan acariciar tales fantasías sobre adultos a los cuales temen pero también envidian. Sin embargo, es altamente irresponsable que los adultos maduros representen tales fantasías distorsionadas como explicaciones razonables para la conducta indeseada de los niños. Es televisión, es falso.



El propósito de estas racionalizaciones, es demostrar a la audiencia que la teoría tradicional es válida, pero solo cuando se aplica a padres virtuosos. Aun muchos expertos respetables son culpables a veces de esta forma de racionalización.



El 5 de abril de 1971, la revista Time cito al Sr. Barr, la cabeza de la escuela privada de Manhattan "Dalton School", de esta manera: "El problema con muchos niños es que sus padres son madres y sus madres son hermanas." Aparentemente desesperado por encontrar cualquier racionalización que pareciera apoyar la antigua teoría de la incompetencia parental, el Sr. Barr nos haría creer que la homosexualidad paterna es un factor importante en la delincuencia juvenil.



La siguiente declaración apareció en la revista Time, el 17 de agosto de 1970: "Es entre muchos americanos de clase media y superior que el alejamiento de los niños es más fuerte…… Los padres que pierden el control de sus hijos están usualmente confundidos acerca de sus propios valores e identidades. Como les falta autoridad, estos padres no pueden proporcionar el ingrediente clave de la educación: una fuerza amorosa contra la cual rebelarse." El articulo continua: "la psicoanalista Helene Deutsh cree que muchos padres son aun adolescentes emocionales y eso se hace evidente no solo en sus atuendos juveniles sino también en la falta de madurez interna."



Y la notoria autoridad en cuidado infantil, Dr. Spock, comenta: "el niño delincuente a menudo expresa los deseos inconscientes de sus padres". Por lo tanto, si no puedes hallar un defecto obvio en la personalidad de los padres, hay que buscar una que está escondida muy profunda, en el inconsciente.



El mensaje de esta gente es siempre el mismo: "Nuestra teoría es correcta. Si parece que no produjo el resultado deseado, debe ser culpa de alguien más. El padre no sabía de las maldades de la permisividad." Si sí lo sabía y el saberlo no ayudó, entonces el padre debe haber tenido algún defecto secreto. Si un defecto obvio no puede ser descubierto, se puede postular uno inconsciente. Si el defecto "inconsciente" no se puede demostrar, entonces la sociedad puede ser condenada en masa como hipócrita. Con todos estas racionalizaciones a la mano, podemos ver que tan bien aislada permanece esta teoría de la crítica objetiva.



Los siguientes dos son historias que nos ilustran acerca de como otras racionalizaciones mantienen esta teoría:



Después de la muerte de un adulto joven que cometió suicidio bajo la influencia de las drogas, hable con su padre. Este hombre era un oficial de policía. Como parte de su servicio a la comunidad, había dado conferencias sobre las maldades de la permisividad.



Se podría sospechar que la muerte de su hijo lo hubiera forzado a replantearse sus puntos de vista. Sin embargo, este no fue el caso. Mas bien, el padre me dijo que él había criado a su hijo "bien" (o sea, no permisivamente), pero que lo había "soltado" demasiado pronto. El padre recordaba que cuando el hijo empezó a usar el cabello demasiado largo y a vestirse extravagantemente, el padre no había protestado lo suficientemente enérgico. El padre creía que le había fallado a su hijo y lo había "perdido" ese verano cuando no lo forzó a cortar su cabello y vestirse diferente.



Aquí hay otro ejemplo de una situación similar que me llamó la atención. Nótese, de nuevo, como la teoría tradicional escapa con su reputación intacta a pesar de su obvio fracaso.



Un niño de 6 años que asistía a una escuela privada había estado portándose muy mal en clase. Después de una reunión entre los padres y el director, la conclusión a la que llegaron es que el niño había sido "malcriado" y que lo que necesitaba era más disciplina. El director pidió a los padres que tanto él como los maestros tuvieran autorización para usar varias formas de castigo según su propio criterio, con la promesa de que su firmeza "enderezaría" al niño. Notemos como en la oferta del director estaba implícito que los padres por si solos eran débiles de voluntad o incompetentes.



Los padres les otorgaron tal permiso. Acto seguido el niño fue castigado en todas las maneras posibles por las autoridades escolares, desde perdida de privilegios hasta palizas fuertes con una paleta o vara. Después de un mes de esto, el niño había regresado a un nivel más bajo. Su habla disminuyo, no podía controlar esfínteres ni de día de noche, y casi totalmente sin reaccionar a la autoridad adulta.



Se requirió un año de bondad, paciencia y empatía de parte de los padres para reparar este daño y regresar a este niñito maltratado al nivel apropiado de acuerdo a su edad.



Era de esperar que después de una experiencia de esta clase, las autoridades que recomendaron el acercamiento del castigo y severidad, hubieran replanteado sus creencias. Ciertamente esta fue una situación en la cual debió haber algo de aprendizaje. Desafortunadamente, no aprendieron ninguna lección. Las autoridades escolares liberaron al niño. Pero no se disculparon con los padres por haberse equivocado. En vez de eso, les dijeron a los padres que el niño estaba tan malcriado que ni siquiera la escuela había sido capaz de enderezarlo. Indudablemente las autoridades escolares, usaran este caso como una "horrible experiencia" para ilustrar a otros padres lo peligroso que es malcriar a un niño.



Ya es tiempo de que paremos de poner la culpa de la delincuencia ya sea en los padres, el niño o la sociedad como un todo. Estos intentos modernos para encontrar la fuente de la maldad dentro del niño, los padres o la sociedad no representa más que una sofisticada caza de brujas del siglo veinte, en la cual el público y algunos profesionales son el sumo sacerdote y asesinan a los culpables.



Aunque será difícil hacerlo, debemos desistir de nuestros intentos intelectuales, pero básicamente supersticiosos de encontrar la culpa en la inteligencia o carácter o moralidad de los padres cuando los niños se vuelven delincuentes. Debemos reconocer que los padres promedio en este país no son defectuosos, ni mentalmente, ni moralmente, ni psicológicamente. Debemos todos, con gracia, con generosidad y compasión aceptar la idea de que la mayoría de los padres cuyos hijos se alejan de los valores inculcados o hacia el uso de drogas peligrosas son tan inteligentes, informados, sinceros, conscientes y responsables como nosotros mismos. Si les pudiéramos conceder estas virtudes en vez de culparlos, podríamos enfocar nuestra atención en el enemigo real: la teoría de la permisividad en este país que induce a los padres a interactuar con los hijos en maneras que inevitablemente acentúan sentimientos de enojo en vez de sentimientos de amor, y por lo tanto produce delincuencia. Más aun, podríamos más fácilmente comprender la aparente paradoja que ha sido la fuente de perplejidad por siglos: ¿Por qué los padres más conscientes tienen tantas posibilidades de tener hijos rebeldes y hasta delincuentes?



En la introducción de este libro1 declaro: No hay necesidad de que tu niño se aleje de ti, de que se aleje de tus valores más respetados, o que se incline hacia el uso de drogas – si tienes el valor de comportarte de una manera congruente hacia él, congruente con los principios humanos que has aprendido de tu entrenamiento religioso.



¿Por qué recomiendo algo tan común y poco sofisticado como los principios de una tradición religiosa al padre post Freud, del siglo veinte? Porque basándome en un análisis cuidadoso, cuando quitamos todos los elementos irrelevantes, la esencia del problema del uso de drogas y otras formas de delincuencia son los sentimientos de amor (o de falta de amor) que existe entre la gente.



Por lo tanto, quien haya hablado con alguna autoridad sobre el tema de amor entre la gente también ha hablado con la misma autoridad sobre el tema de la delincuencia. En mi opinión, nadie ha hablado con mayor claridad o autoridad en este tema que los profetas del viejo testamento, los rabinos y Jesús.



En varias discusiones en este libro he tratado de persuadir al lector de que la delincuencia es una "enfermedad" la cual se produce por sentimientos mal manejados. He dicho que el niño se involucra en las drogas y la delincuencia a medida que la fuerza de sus sentimientos de enojo gradualmente superan a los sentimientos de amor que tiene hacia sus padres.



Si los padres entendieran como los sentimientos positivos o negativos se crean en los niños, también sabrían como se crea la delincuencia. Si los padres supieran como expresar y hacer sentir sentimientos amorosos y evitar producir sentimientos de enojo, estaría en su poder erradicar la delincuencia. La guía mas excelente disponible para los padres en este esfuerzo es este conjunto de principios éticos dados a nosotros hace siglos. Estos principios abarcan lo más completamente posible los temas de crear amor y reducir enojo.



La siguiente es una lista de los principios básicos que exhorto a los padres a seguir EN TODO MOMENTO en la relación con sus hijos:





  • La regla de oro.- Compórtate con otros como te gustaría que se portaran contigo.


  • Mantén la fe en la bondad básica de los individuos, independientemente de lo que su actual comportamiento o deficiencias puedan sugerir.


  • Está abierto a perdonar sin límites no importa que tan seguido el individuo no alcance determinado estándar de conducta.


  • Contesta al enojo e irracionalidad con bondad. "Pon la otra mejilla" "Walk the extra mile"


  • Se generoso.


La utilidad de estos principios se deriva del hecho de que cada uno de ellos hace algo constructivo en los sentimientos del niño hacia los padres. Aunque originalmente están listados como principios "morales", cada uno de ellos en realidad es una herramienta poderosa y practica que puede ser utilizada por los padres para generar sentimientos amorosos en el niño y para prevenir que se acumulen los de enojo.



Recordaran como explique en Chapter 1 que no es suficiente con que el padre ame al niño, sino que el amor tiene que ser demostrado totalmente a través de acciones especificas que revelen el amor. El valor de los principios que estoy describiendo aquí es que cada uno de ellos les dice a los padres exactamente cómo comportarse con el niño para demostrar su amor hacia él. Esto genera esos sentimientos de amor que inmuniza al niño contra la delincuencia. Estos principios dados a nosotros por los grandes pensadores compensan de alguna manera por lo que la naturaleza no nos proveyó "instintivamente" –una consciencia clara de la conexión entre los sentimientos internos de amor y su manifestación externa.



Estos principios han sido probados a través del tiempo. La dificultad con ellos nunca ha sido que no funcionen, sino que la gente ha temido demasiado usarlos. Se requiere un acto de fe y valor para que un individuo opere con esos principios: fe en que el poder del amor es más grande que el poder del miedo, para mejorar la conducta de los individuos errantes.






1 Craig, Sidney D. Raising Your Child, not by Force but by Love, Westminster Press, Philadelphia, 1973

2 See also Jan Hunt's article, "The Parenting Golden Rule: One Size Fits All"
2 See also
Jan Hunt's article, "
The Parenting Golden Rule: One Size Fits All"The Parenting Golden Rule: One Size Fits All".
Excerpted from Craig, Sidney D. Raising Your Child, not by Force but by Love, Westminster Press, Philadelphia, 1973, pp. 15-18, by permission of the publishers.





Fuente: Natural Child

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