El abuso sexual es intolerable, ponle los 6 sentidos

miércoles, 30 de julio de 2008

Del foro de Criando Creando me encontre este link:




la pagina tiene varias opciones muy buenas, entre ellas varios documentos sobre este tema, ya los ire subiendo uno por uno

¿¿Tenemos lo que queremos??

lunes, 28 de julio de 2008


Vale la pena reflexionar sobre lo que estamos haciendo y las consecuencias que estamos obteniendo con nuestras crianzas. La imagen es de Patricia Meteola.



TENER Y QUERER
Por Nuria Otero Tomera



Tenemos:

Niños agresivos porque han sido agredidos.

Niños beligerantes que han sido criados en una guerra de poder.

Niños desconectados que han sido criados sin contacto.

Niños inestables porque nadie les ha dado seguridad.

Niños pasivos criados delante de la televisión.

Niños limitados a los que se les han impuesto límites.

Niños sin imaginación porque nadie les ha regalado unas alas.

Niños miedosos a los que alguien les apagó la luz.

Niños que fracasan porque nadie les dice que pueden triunfar.

Niños mudos porque nadie ha escuchado lo que tenían que decir.

Niños sordos porque nadie les ha hablado en su idioma.



Queremos:

Niños criados sin agresiones, a los que no se trate como enemigos.

Niños besados y acariciados a los que amemos independientemente de qué y cómo sientan.

Niños que vayan al parque, a la playa, al bosque… y a los que dejemos volar sin rumbo preestablecido ni límite de altitud.

Niños piratas, príncipes, sapos, niños buenos y malos o ninguna de las dos cosas… niños que sean lo que quieran ser.

Niños que hablen muy bajito o muy alto, dependiendo de lo que quieran decir… y padres que escuchen.




Critica a la famosa Supernanny

martes, 22 de julio de 2008


No culpéis a la víctima


Crítica a "Supernanny"


Si un granjero cuida mal de sus animales, éstos enferman y todo el mundo comprende que aquél es el único responsable. Si un país o una empresa van mal, nadie lo atribuye a sus ciudadanos o trabajadores, sino sólo a la mala gestión de sus políticos y gerentes. Si un médico lesiona a su paciente, nadie responsabiliza sino al profesional inepto. Y así sucesivamente. ¿Por qué, entonces, tantos padres -autores fundamentales de la crianza y la salud psicológica de sus hijos- se empeñan en quejarse y acusar de "problemáticos", "malos hijos" o incluso "trastornados" a los críos que no se comportan como ellos (y la sociedad) esperan? Es el viejo truco de acusar a la víctima para eludir la responsabilidad de los propios errores. Y ello, además, con la frecuente complicidad de cierto tipo de psicología y psiquiatría -en realidad, mera pedagogía-, que se esfuerzan en dar una pátina de "objetividad" y "verosimilitud" científica a lo único que se pretende desde siempre: que los débiles se sometan a los fuertes .

Un ejemplo de esto puede verse en ese famoso e internacional programa televisivo llamado "Supernanny". Dándose por hecho que los niños tienen "un gran problema" (o, más bien, los padres con ellos), una "superniñera" -psicóloga de orientación cognitivo-conductista- enseña a los padres cómo manejar a esos "diablillos" para recuperar el "orden" familiar. Aunque es cierto que la superniñera ofrece algunos buenos consejos prácticos, tiende a minimizar, a mi juicio, lo esencial: el sufrimiento emocional de los niños (causa básica de sus conductas "inadecuadas") y los problemas emocionales (es decir, la neurosis personal) de los padres, fuente definitiva de sus continuos errores pedagógicos y del dolor de sus hijos. Si tales problemas paternos no se resuelven y ni siquiera se conciencian, ¿cómo puede esperarse que las recetas de la superniñera funcionen por mucho tiempo, o que los trastornos de los hijos no adquieran -por la represión que exigen tales recetas- formas más sutiles, profundas o graves? Todo lo que no resuelve, regresa.

Son evidentes las dificultades neuróticas de la mayoría de padres que aparecen en esos programas: inmadurez, frialdad emocional, debilidad, ansiedades, miedos, hostilidad, depresión, frustraciones íntimas, dependencia respecto a los propios hijos, etc. En tales condiciones, no pueden ofrecer atención, ternura, seguridad y paciencia a sus hijos, ni inspirar confianza y sana autoridad en éstos, de modo que los críos se sienten abandonados, desesperados y rabiosos, absorben todas las ansiedades y hostilidades de los padres, y el resultado son esos terribles berrinches, rebeldías y violencias que tanto escandalizan a todos. Esas conductas "inadaptadas" no son sino formas desesperadas de reclamar el cariño que anhelan y, a la vez, de descargar la ira por el daño que continuamente se les inflige. Es un angustiante círculo vicioso: cuanto más reclaman el amor, más se les escamotea; sólo quienes han sufrido este tormento saben a qué me refiero. El gran error de la superniñera es, en mi opinión, que, tomando partido por los adultos, pretende "domar" a los niños por métodos conductistas basados en última instancia en la dominación y el miedo (obligaciones, castigos, premios, etc.), en vez de obtener su obediencia y socialización a través de la gratitud que siente espontáneamente un niño bien amado. Porque un niño sano, en efecto, es dócil no porque tenga miedo consciente o inconsciente, sino porque se siente feliz y agradecido y, en consecuencia, acepta y respeta la autoridad parental, y le gusta colaborar con ella.

La pedagogía actual es cruel y chapucera precisamente por los mismos motivos: porque se empeña en ignorar los sentimientos humanos. Y muchos psicólogos modernos, increíblemente, se suman al error, pues creen que, como los sentimientos no se ven, no son "científicos", y si no son científicos... ¡no existen! Por ello, como el amor tampoco es científico, entonces es irrelevante -o al menos secundario- en asuntos de psicología y comportamiento humanos. Un monumental disparate que, naturalmente, sólo puede conducir a la universalización de la neurosis.

Pero el mundo adulto no sólo culpa y maltrata a los hijos para eximirse de sus propios errores, sino que, en otra vuelta de tuerca, comete un segundo error: sobreprotege, mima, malcría, educa con negligente pasividad a los niños. En realidad, los estafa: en vez de amarlos, les regala juguetes, objetos, privilegios, nocivos consentimientos, con lo cual se logran dos cosas: 1) los adultos alivian la propia conciencia o sentimiento de culpa por saberse egoístas o ineptos; 2) "tapan la boca" y reprimen la frustración de los niños -que quieren amor, no sucedáneos- con el argumento de "¿ves?, te queremos porque te regalamos todo lo que pides". El resultado serán jóvenes vacíos, narcisistas y resentidos y, en lo más hondo, autodestructivos.

Y es que, en suma, sólo hay algo peor que maltratar a alguien: negarlo, y prohibir a la víctima su legítimo derecho a replicar o defenderse. Aunque dicha prohibición sea por métodos tan refinados como el "debido amor a los padres", la pedagogía conductista o las etiquetas psicopatológicas o psiquiátricas.

Fuente: http://www.psicodinamicajlc.com/articulos/jlc/nanny.html

Tomarse con calma las rabietas

lunes, 21 de julio de 2008

Miquel Àngel Alabart

(Traduccion de Lau en el foro de Criar y amar)

Que lo que pedimos y lo que se nos da no son cosas necesariamente coincidentes es un hecho que la vida se encargará de recordarnos durante todos los días que dure. Pero es desde bien pequeños que empezamos a tomar conciencia de ello.

Es hacia el año y medio de vida, es decir, cuando comienza a formarse una cierta idea de si misma, cuando una criatura empieza a poner a prueba los límites de su "yo" (formado básicamente de deseos) y del resto del mundo. Esto, como es lógico, a menudo choca con este resto del mundo, que en principio se compone, en este orden o en otro, de madres, padres, hermanos, otros niños, arena del parque, columpios, golosinas y otros objetos de deseo que no siempre aceptan ser deseados. "Yo quiero esto que depende de ti, pero tú no me lo das". Y así, la intrépida criatura descubre la frustración. La combinación de frustración, hormonas, nervios, entorno y otros factores hace que, en determinados momentos, esta frustración explote en forma de rabieta.

No creemos necesario describir con pelos y señales una rabieta. Podemos resumir diciendo que se trata de una explosión nerviosa con abundantes estremecimientos y otros movimientos más o menos violentos, gritos y, en determinado nivel y según el carácter, golpes a otra persona, insultos y quizás el lanzamiento, más o menos afortunado, de objetos. Y que todo esto es especialmente frecuente entre los 18 meses y los 4 años, más o menos. Y que, normalmente, sucede después de que la criaturita haya hecho una demanda que sus adultos de referencia no quieren o no pueden satisfacer.

Digamoslo de entrada: estas reacciones airadas ante la frustración (a veces, tan pequeña que más bien parece una excusa para reaccionar) es lo más normal del mundo, y podemos ver incluso a personas de 30 años haciendo cosas parecidas. La diferencia está en la frecuencia y, en principio, en el contenido de la rabieta (se supone que la mayor parte de la gente adulta sabe controlar lo que hace cuando está enfadada...). Por decirlo de una forma un poco técnica, la rabieta es una conducta que suelen tener los niños pequeños y que se da como reacción a un estado emocional de rabia o frustración.


El estrés no ayuda


Pero, ¿qué hace que estos sentimientos afecten tanto, en un momento dado, a las criaturas, sobretodo en estas edades? Todo depende, como siempre, de si las necesidades básicas están cubiertas o no. No es lo mismo frustrar una necesidad real que un deseo imposible o no recomendable. Y es más, es fácil que la demanda que expresa ("¡yo quería esta chaqueta amarilla!") sea la forma que adopta otra demanda ("necesito salir a tomar el aire"). Seguramente, si intentamos estar conectados con nuestras criaturas, sabremos comprender, ante una rabieta, qué le está pasando, qué necesita realmente. En todo caso, tener las necesidades satisfechas ayuda a prevenir las rabietas, simplemente porque el niño está menos estresado.

Así pues, de entrada, si creemos que nuestro hijo hace demasiadas rabietas, quizás deberíamos tratar primero de reducir factores de estrés en nuestras vidas. De todas formas, las rabietas no desaparecerán sólo por eso. También tienen la función de descargar la tensión ante situaciones cotidianas insatisfactorias. Como decíamos, hay todo un aprendizaje que hacer sobre cómo la realidad no siempre se corresponde con nuestros deseos y hay que pasar por esta fase para poder crecer. Lo único que podemos hacer, en todo caso, es acompañar a nuestros hijos en este camino.

Acompañar al niño

Que la rabieta sea normal no significa que no nos cueste aceptarla. Los padres también estamos bastante estresados y, además, tendemos a pensar que los niños razonan de la misma forma que nosotros, aunque no tengan más de 4 años. Creemos que deberían entender que hay cosas que, sencillamente, no pueden hacer. Pero, como hemos visto, no es así. Cuando un niño de 3 años está gritando y protestando porque no le hemos comprado esa golosina tan deseada (o, peor aún, porque no nos parece adecuado que se quiera llevar 10 paquetes de galletas del super, o que se quiera quedar en el metro cuando ya debemos bajar...) no espera un argumento, ni quiere calmarse: ¡esto es lo que nosotros queremos! Pero, como no se calma, ni con argumentos ni con nada, los más probable es que hagamos cualquier cosa, desde amenazar hasta ceder, para que pare el "numerito" (que suele ser en plena calle, en el autobús, en una tienda), con lo cual seguramente nos pondremos más tensos y no ayudaremos mucho a relajarlo.

El resultado es que el niño comprueba asombrado que su rabieta, en principio espontánea y casi sólo una reacción física, puede tener algún efecto, ya sea porque provoque atención y emoción en el adulto, ya sea porque consiga lo que estaba pidiendo. Así que muchos niños aprenden en esta edad que, en un momento dado, una buena rabieta puede tener efectos interesantes.

Antes de llegar a este lío, creemos que vale la pena volver atrás y ver qué le pasa a la criatura. Ésta hace demandas, a veces no realizables aunque no lo comprende, y a veces seguramente las hace sabiendo que no son realizables (como aquella niña que quería quedarse a dormir en la calle). Dependiendo de su estado de ánimo, de la acumulación de frustraciones y estrés y de las necesidades del momento (sueño, hambre, atención... incluso necesidad de llorar y gritar), es posible que de repente estalle en una ruidosa rabieta. ¿Qué necesita? Antes de nada, necesita sentir que aquella mezcla de emociones es válida, que no lo censuremos, que le acompañemos.

Cuando hablamos de acompañarle, nos referimos a mostrarle que le queremos, que estamos ahí, respetando su proceso, sin intervenir pero sin abandonarle. Esto se puede hacer quedándonos a su lado, observando con calma su comportamiento y, quizás, describiéndolo ("estás gritando mucho, parece que tienes ganas de pegarme..."). También podemos intentar poner nombre a sus sentimientos, describiendo lo que ha pasado ("querías el caramelo y mamá no te lo ha comprado, ¿verdad? Te has enfadado mucho.") o incluso tratando de ver más allá ("debes estar muy cansada" o bien "me parece que no te apetece que esté contigo"). En un primer momento, seguramente no quiere contacto físico, pero estemos atentos para cuando éste sea posible ya que un abrazo le hará saber que seguimos amándolo y, además, servirá de contención.

Mantener la calma

Hay que decir que buena parte de las rabietas ocurren en el "peor momento". ¿Por qué? Pues seguramente porque también es el peor momento para la criatura. Si tú estás estresado, tu hijo también, y la rabieta tiene muchos puntos para aparecer, incluso por las razones menos previsibles. Además, quizás nuestro estrés hace que estemos desatendiendo sus necesidades, y tarde o temprano nos lo hará saber. Todo esto puede explicar también porque nos cuesta afrontar una rabieta: ¡porque es justo lo que menos estamos dispuestos a hacer en ese momento!

Pero hay también otra razón por la que no soportamos las rabietas: la presión social. Una criatura haciendo una rabieta en el metro llama, ciertamente, la atención. No todos los padres y madres estamos dispuestos a soportar cien miradas que, a nuestros ojos, pueden estar diciendo desde "qué madre con tan poca autoridad" hasta "¡que lo haga callar como sea!". Claro que, en realidad, lo que pasa es que nos enfrentamos nosotros a la contradicción entre nuestros instintos y lo que nos han inculcado desde pequeños sobre el llanto, la buena educación, las emociones, la autoridad... Hay que entender, no obstante, que ante la sobredosis de adrenalina y otras hormonas, lo que la criatura espera encontrar es, sobretodo, seguridad, contención y amor incondicional. Por tanto, intentemos mantener la serenidad y pensar que, si no hemos acostumbrado a los niños a reacciones extremas, la rabieta es tan espontánea como el hambre: de entrada no nos están tratando de manipular, sencillamente se expresan. Ante la elección entre "los espectadores" de la rabieta, que "exigen" una respuesta, o tu criatura, que necesita otra, ¿con quién te quedas?

Entender todo esto nos puede ayudar a estar más enteros ante las rabietas de los críos, ayudarles y, una vez pasada la rabieta, enseñarles otra forma de canalizar sus emociones. Podemos enseñarles maneras de hacerlo, como que tu hija diga: "estoy muy enfadada contigo" en vez de darte un golpe o sencillamente poner nombre a la verdadera necesidad del momento: "me parece que tienes mucho sueño". Y también explicarles, si es posible, cómo ante una frustración puede haber elementos de "esperanza": "ahora no compramos golosinas porque ya has comido un caramelo, pero recuerda que para cenar haremos macedonia". Claro que no es la golosina que él quería, pero es que la vida es así: a menudo no es cómo la esperábamos, pero puede ser igualmente sorprendente y, al final, quizás acabemos riendo. Si, de vez en cuando, nos los recordamos nosotros mismos y se lo transmitimos a nuestros hijos "por contagio", no deja de ser una sana lección de vida... que termina por aprenderse después de muchas rabietas.

¿¿Como funciona el cerebro de los bebes??

viernes, 18 de julio de 2008

En el foro de Criando Creando me encontre el enlace a este excelente documental sobre el cerebro de los bebes. Es largo, pero vale mucho la pena, especialmente para las que tenemos hijos menores de 3 años.




www.Tu.tv

Calidad superior

martes, 15 de julio de 2008


Quiero Teta!!

lunes, 14 de julio de 2008

De Bebes y mas me traigo este cuentito precioso sobre la lactancia:









Entrevista con Laura Gutman

viernes, 11 de julio de 2008


49 años. Nací y vivo en Buenos Aires. Tengo dos hijos de mi primer matrimonio, mi marido tiene tres y hay uno en común. Soy directora de Crianza, una institución que es una escuela de capacitación profesional y un lugar de asistencia para madres y padres. Creo en el ser esencial que hay dentro de cada uno de nosotros-


¿Cuál es la parte oscura de la maternidad?

- Cuando fuimos bebés, nuestra madre nos acunó más o menos, se dedicó a nosotros o nos abandonó más o menos. Esa vivencia olvidada de amparo o desamparo está en nuestro inconsciente y aflora, sin que nosotros seamos conscientes, cuando nace nuestro hijo.-


¿Y lo amamos pero nos agobiamos?

- La dificultad que tienen las madres está más relacionada con esas manifestaciones del niño análogas a nuestro mundo sombrío que con la dificultad real de los cuidados.


- Los niños a veces te sacan de quicio.

- Hoy las mujeres tenemos puesta la identidad en el mundo del trabajo, de la realización personal y la autonomía; y la maternidad es todo lo contrario, nos quita toda autonomía y toda libertad personal. Esa contradicción nos produce un gran sufrimiento.


- ¿Eso es así hasta cuándo?

- Un bebé depende absolutamente de un adulto, incluso para moverse, durante 9 meses. Pero en realidad la dependencia es para siempre, porque cuanto más abandonado emocionalmente ha estado un niño, más requerirá y más desesperado estará de llenarse de mamá. De hecho, todos somos adultos reclamando lo que no obtuvimos.


- ¿Hasta qué punto?

- Nos pasamos la vida tratando de obtener lo que no obtuvimos en nuestra infancia ejerciendo violencia activa, pasiva y agarrándonos a adicciones que no son más que la desesperada necesidad de llenarnos de mamá y que hemos desplazado al tabaco, el alcohol, el dinero, las drogas, el trabajo, la violencia.


- ¿Cómo solucionarlo?

- Hay que saber qué clase de niños somos, cuán carentes estamos y cuánta importancia seguimos dando a nuestras propias necesidades, esas que entran en conflicto con las del niño y que nos hacen desear que se porte como un adulto. Desde la propia carencia instituimos todo el arco teórico con respecto a lo que el niño debe y no debe ser.


- Los padres se preocupan cada vez más de sus hijos y los hijos cada vez demandan más.

- Nuestras abuelas tenían puesta la identidad en la maternidad y no sufrían esa lucha interna. Hoy las demandas genuinas del niño entran en guerra con nuestras propias necesidades e intereses personales. Desde ese lugar pareciera que demandan más, pero en realidad tienen muy poca mamá.


- Pues mala solución tiene.

- La solución es revisar qué estamos ofreciendo de verdad y qué no y, en la medida en que nos damos cuenta de nuestras propias carencias, ver cómo podemos solucionar las del niño. La ciudad y la familia nuclear - papá, mamá e hijo- es el peor sistema para criar un niño, las mujeres no tenemos las espaldas cubiertas para hacerlo.


- ¿A qué se refiere?

- Pedimos demasiado a los varones, que son personas tan carenciadas como nosotras. No tenemos familia extendida, tribu, aldea, pueblo, que tradicionalmente se repartían esas demandas de los niños.


- ¿Entonces?

- Debemos inventar nuevas redes de mujeres, y la figura de la doula es para mí la profesión del futuro. La doula, que sabe de esa parte oscura, acompaña a la mujer durante el parto y también durante el puerperio.


- Eso son sólo cuarenta días.

- El tiempo de fusión emocional entre la madre y el niño es de dos años. Durante ese tiempo las madres se vuelven más torpes en el terreno intelectual y mental pero ganan lucidez emocional, aparecen las vivencias que tuvimos en nuestra infancia, intuiciones y percepciones contra las que solemos luchar.


- ¿La depresión posparto tiene que ver con esa parte oscura?

- Sí, con cuánto me dejó llorar mi madre, me pegó o me abandonó emocionalmente. Todo eso fue a parar al inconsciente y ahora que devengo madre aparece en forma de sentimientos confusos a los que, como son aterradores, intento dar alguna explicación y, como no la hay, aparece la depresión. Podré tapar y tapar, pero ante cada crisis vital volverán a surgir mis carencias.


- Entonces es una cadena

.- Sí, genealógica, hasta que una mujer valiente pone conciencia y rompe la cadena y aprende de sus propias carencias para no carenciar a su hijo. Porque, si no, es tal la vivencia de vacío que las madres rechazamos al niño para no sentir el vacío y el frío de la ausencia de contacto que nosotras vivimos.


- Muchas parejas se rompen cuando aparece el bebé.

- Cuando uno ha vivido historias de mucho amor, hay sitio para todos, y cuando uno ha vivido historias de desamparo, hay lugar para poquito. Pero hay otra cosa que sí sucede y de la que no se habla.


- Cuéntenos.

- Cuando una madre está criando, tiene toda su sexualidad puesta al servicio del bebé y no hay sexualidad disponible para el varón. En esos momentos críticos el varón no se siente amado y la mujer cree que ya no lo ama. No es verdad. El hombre puede vincularse a través del sostén y el amparo y estar masculinamente activo en el acto de cuidar.


- ¿Y si el padre está ausente?

- El gran problema es cuando hay un padre que está pero que no está realmente involucrado emocionalmente, porque la madre va a reclamar y no va a obtener. Sin embargo, cuando la madre está criando sola, pide ayuda.


- En todo caso, ser madre se complica.

- Tanto, que la sociedad va a tener que implicarse, porque todo bebé necesita una madre que esté amparada por muchas instancias. Tenemos que volver a inventar la tribu.



Educar con inteligencia emocional

Lo usual al hablar de inteligencia es hacerlo refiriéndose a las capacidades de lógica, razonamiento, análisis, etc. que se miden a través del coeficiente intelectual (CI). Este tipo de inteligencia está relacionada con la percepción racional, que diferencia al ser humano del resto de las especies. Es el logro del proceso evolutivo, plasmado en el característico neocórtex de nuestro cerebro. Sin embargo, hay otros tipos de inteligencia, como la visual-espacial, musical, artístico-creativa, lingüística, etc.

Incluso el CI no es algo fijo e invariable, ni siquiera en la misma persona. Se sabe que el CI puede variar considerablemente según diversos factores, entre los que se encuentra el estado emocional de la persona. Al fin y al cabo el CI no es más que un puntaje que mide en un momento dado la capacidades del sujeto para el manejo de abstracciones mentales (palabras, números, conceptos). Lo que no nos dice del sujeto son sus capacidades de motivación, imaginación, liderazgo, creatividad, ni el talento artístico.
Haríamos bien, padres y educadores, en preocuparnos más por la felicidad de nuestros hijos, por su autoestima y sentimiento de ser amados. No hay que menospreciar el CI, pero desde luego, un CI elevado no garantiza buen rendimiento o motivación. Podemos decir que no es cuestión de cuánto es de inteligente un niño, sino de qué hace con lo que tiene. La autoestima, la autoconfianza, permite al niño dar lo mejor de sí mismo. Por el contrario, carencias y conflictos emocionales pueden llevar al fracaso al más inteligente de los niños.

Un CI elevado no es garantía de felicidad y éxito. El ingrediente indispensable para ello es un alto nivel de inteligencia emocional. La inteligencia emocional la podríamos definir como la capacidad para reconocer, expresar y gestionar las propias emociones, superar las adversidades, escoger tú propia vida y relacionarse en armonía con los demás. ¡Casi nada!
Es necesario desarrollar en los niños una serie de habilidades de la Inteligencia Emocional que no guardan relación con las destrezas escolares, intelectuales o abstractas, sino que forman parte de las capacidades de conocimiento y control adecuados de las propias emociones, y el conocimiento empático de las que expresan las personas con quienes vivimos.
En la sociedad de hoy en día, y más aún en la de mañana, el camino del éxito pasa por la confianza en uno mismo, por la autonomía y la soltura relacional. Las aptitudes para comunicarse y el dominio de las emociones son ahora al menos tan importantes como las cualidades técnicas. Para triunfar en la vida personal o en la profesional, la inteligencia del corazón es más fundamental que nunca. Alimentar el coeficiente intelectual de los niños es insuficiente. Debemos preocuparnos de su coeficiente emocional. Además, numerosas dificultades intelectuales y escolares tienen su origen en bloqueos emocionales.
Comportamientos violentos, dependencias relacionales, o debidas a la televisión, a las drogas, a los medicamentos, son otros tantos intentos de control de emociones que no se pueden administrar. Estos síntomas arraigan durante la infancia. Ocultan carencias, heridas relacionales, fracasos de comunicación.
La timidez, el menosprecio de uno mismo o, por el contrario, la supervaloración, son los resultados de una historia. Sentimientos heridos, intenciones mal entendidas, comportamientos mal interpretados. Las ocasiones de sufrimiento son numerosas en las relaciones niño-adulto.
Se empieza a educar con inteligencia emocional desde la misma gestación. Los bebés y niños aprenden de la personas que tienen un papel importante en su vida y por lo tanto es una gran oportunidad y una gran responsabilidad la que tenemos para con ellos. De nosotros depende su felicidad actual y futura. De nosotros depende que su inteligencia emocional florezca y les permita realizarse plenamente como seres humanos. Somos espejos donde los niños se miran continuamente y de lo que vean dependerá su autovaloración, su autoestima y su sentimiento de ser amado.
El bebé, el niño, es una semilla que en sí misma contiene todos los ingredientes necesarios para ser feliz y desarrollarse con armonía.
Somos los adultos los especialistas en impedirlo.

Autor: Enrique Blay, Dpdo. en Psicología del Desarrollo
www.ara-terapia.com

¿Por qué utilizar pañales de tela??

miércoles, 9 de julio de 2008

¿¿No hay que ir a lavarlos al rio?? ¿¿Me voy a esclavizar?? ¡¡Pero yo soy una mujer muy ocupada!! Sigue leyendo.....




1. El confort de tu bebé.- Si tú utilizas braguitas de tela, ¿por qué pones a tu bebé pañales de papel o plástico durante las 24 horas del día? La suavidad y la sensación que proporciona un pañal de tela no se pueden comparar a las de un pañal desechable.

2. El medio ambiente.- Pocas veces tendremos a nuestro alcance la posibilidad de hacer algo tan representativo para nuestro entorno. Los pañales desechables dejan aproximadamente unos 2.700 kilogramos de desechos no biodegradables (sin considerar los desperdicios generados al fabricarlos) por niño. Compáralo con los pocos pañales de tela que vas a usar. Según el Ministerio de Economía, en España se usa una media de 124 pañales mensuales por bebé lo que, aproximadamente, equivale a un campo de fútbol lleno de pañales hasta la altura de 10 metros, cada mes. Y tardan de 200 a 500 años en descomponerse. De hecho, en algunos municipios del Reino Unido, los ayuntamientos subvencionan la compra de pañales de tela para evitarse costos de tratamiento de las basuras producidas por los pañales desechables.
En Estados Unidos, se generan 82.000 toneladas de plástico y se talan 250.000 árboles cada año para hacer pañales desechables, lo que supone tirar 18.000 millones de pañales a la basura. De todo ello, sólo el 40% es biodegradable.


3. Ahorro económico.- Consulta nuestros cálculos. Aproximadamente el ahorro es de unos 1.000 Euros. Puedes ingresarlos en una cuenta para usarlos en caso de necesidad, o simplemente aliviar el presupuesto familiar.

4. Se dejan antes los pañales.- Es un hecho que los niños y niñas que usan pañales de tela aprenden antes a controlar sus esfínteres, y con menor esfuerzo por parte de sus padres. La razón básica es que cuando mojan un pañal de tela, lo notan inmediatamente. Con los pañales desechables, es muy probable que no sepa qué está ocurriendo con su cuerpo porque no nota nada.

5. Los pañales de tela no llevan geles.- El gel de poliacrilato en los pañales es relativamente nuevo, y nadie conoce las consecuencias de su uso a largo plazo. Además, llevan muchas dioxinas. Es cierto que los de tela también llevan, pero se eliminan en los primeros lavados (incluso antes de que tu bebé los use). Los pañales superabsorbentes contienen poliacrilato de sodio. Esta substancia se suprimió de los tampones en 1985 debido a su relación con el síndrome del colapso tóxico. Muchos bebés, sobre todo los prematuros, deben usar pañales de tela porque son alérgicos a los componentes químicos de los pañales desechables.

6. Los pañales de tela son mucho más bonitos.- No sólo hay gran variedad de materiales, sino que los estampados y colores ¡son tan bonitos! Hay madres que hacen los pañales de sus hijos a juego con el vestido o el gorro que llevan.

7. Diversión para las madres.-La gran mayoría de las madres que usa pañales de tela para sus hijos adoran comprar nuevos diseños o estampados. Hay un gran mercado de pañales de segunda mano en subastas (por ejemplo, Ebay) y en foros de Internet. Debido a la gran variedad de materiales y diseños, hay presupuestos para todos los gustos.

8. Mejor colchón para las caídas de pompitas.- Los pañales de tela proporcionan un aterrizaje más confortable cuando los bebés aprenden a andar.

9. Es más fácil contar los pañales usados.- Para estar segura de que tu bebé está tomando suficiente leche, algunos médicos, en lugar de confiar en el propio bebé, recomiendan contar los pañales mojados. Es mucho más fácil contar los pañales de tela que los superabsorbentes desechables.

10. Pueden ser usados por los hermanos, regalados o vendidos.- Los pañales desechables son eso, de usar y tirar, mientras que los pañales de tela pueden ser usados hasta que físicamente se deshagan, lo cual supone muchos, muchos usos. En Ebay hay un mercado muy interesante de pañales de segunda mano. Algunos pañales, además, mejoran tras muchos lavados porque se vuelven más absorbentes.

11. Das soporte a muchas madres trabajadoras.- Comprando pañales de tela estarás dando soporte a muchas madres trabajadoras, ya que son quienes principalmente producen los pañales de tela. Tú decides si quieres invertir tu dinero en algo realmente ecológico, o darlo a las multinacionales.

12. El carro de la compra no se llena con pañales.- Para familias con más de un hijo que use pañales, el carro de la compra se llena enseguida con los que necesitan para una o dos semanas. Es un elemento menos a cargar cuando se compra lo necesario para la familia y algo menos de la lista de la compra.


Fuente: Crianza Natural



Si te interesa comprar pañales de tela, envia un correo a tiendayeahbaby@gmail.com

Qué significa NO antes de los 3 años?

martes, 8 de julio de 2008

Autora: Jane Nelsen.


Los niños menores de 3 años no entienden la palabra "no" del modo en que la mayor parte de los padres piensan que lo hacen (y un entendimiento completo de lo que la palabra "no" significa no sucede mágicamente al cumplir 3 años, sino que conlleva un proceso). "NO" es un concepto abstracto que está en directa oposición a las necesidades de los niños pequeños en cuanto a exploración de su entorno y desarrollo de su sentido de la autonomía e iniciativa.

Su hijo puede saber que usted no quiere que haga alguna cosa. Puede incluso saber que usted tendrá una reacción de enfado si lo hace. Pero en cualquier caso, no entiende porque, en la forma en que los adultos piensan que lo hace. ¿Por qué otro motivo miraría un niño a su padre antes de hacer algo que sabe que no debe hacer, sonreir, y hacerlo igualmente?

Alrededor de la edad de un año, los niños entran en la edad de "yo lo hago". Es el momento en el que desarrolla sentido de la autonomía versus duda y culpa. De los dos a los 6 años se desarrolla el sentido de iniciativa versus culpa. Esto significa que es su "deber" en el plano del desarrollo, explorar y experimentar. ¿Puede usted imaginarse lo confuso que es para un niño ser castigado por algo que está programado para hacer? Se enfrentan con un dilema real (a nivel subconsciente): ¿obedezco a mi padre o a mi instinto biologico de desarrollar mi autonomia e iniciativa explorando y experimentando en mi mundo?

Que esto sean etapas del desarrollo no quiere decir que a un niño deba permitirsele hace cualquier cosa que se le ocurra. Pero explica porque cualquier metodo que intente ganar cooperación debe ser amable y firme al mismo tiempo, en lugar de controlador y punitivo. Este es un momento de la vida en que la personalidad de su hijo está en formación, y usted desea que su hijo sea capaz de tomar decisiones sobre si mismo y decir "soy competente, puedo hacer intentos y cometer errores y aprender, porque soy amado y soy una buena persona". Si usted se siente tentado a enseñar a su hijo a través de la culpa, la vergüenza y el castigo, estará usted creando una situación de desanimo que será muy difícil de superar en la edad adulta.

Para ayudar a un niño pequeño a desarrollar autonomia en lugar de dudas y vergüenza, y para ayudar a un niño de 2 a 7 años a desarrollar iniciativa en lugar de culpa, intente alguno de los metodos descritos a continuación, que invitan a cooperar:

1-. Si usted está gritando, chillando o dando discursos, detengase. Todos estos métodos son irrespetuosos y animan a la aparición de dudas, vergüenza y culpa en el futuro.

2-. En lugar de decirle a su hijo lo que tiene que hacer, encuentre maneras de involucrarle en la decisión, de modo que el o ella adquiera un sentido del propio poder y autonomia. ¿Qué nos toca hacer ahora? (para niños preverbales "ahora nosotros haremos…." mostrándole amable y firmemente lo que hacer, en vez de decirselo)

3-. Sea respetuoso cuando haga peticiones: no espere que un niño haga algo "ahora mismo" cuando esta usted interrumpiendo algo que el está haciendo. Pregunte:" ¿te vendría bien hacer…..en cinco o diez minutos?" Incluso aunque a usted le parezca que un niño pequeño no puede entender lo que usted está diciendo, usted está entrenándose a si mismo para ser respetuoso con el, dándole opciones y no ordenes. Otra opción que puede usted usar es la de dar aviso: en cinco minutos tenemos que marcharnos ¿Qué es lo último que quieres hacer?

4-. Lleve con usted un pequeño temporizador: permita que su hijo le ayude a programarlo para sonar en uno dos o cinco minutos, y déjele que lleve el temporizador con el de modo que pueda estar preparado cuando el tiempo se termina.

5-. Déle una opción que requiera su colaboración: será el momento de irse cuando yo cuente hasta 20. ¿Quieres llevar mi bolso hasta el coche o prefieres llevar las llaves y ayudarme a abrirlo? O bien ¿Cuándo lleguemos a casa que haremos en primer lugar, poner la comida en la despensa o leer un cuento?

6-. Los niños preverbales pueden necesitar tan solo supervisión, distracción y reconducción: en otras palabras: menos hablar y mas acción. Con tranquilidad tome al niño de la mano y condúzcale a donde tiene-necesita ir. Muéstrele lo que si puede hacer en lugar de insistir en lo que no puede hacer.

7-. Utilice su sentido del humor: aquí viene el monstruo de las cosquillas para atacar a los niños que no escuchan.

8-. Muestrese empatico cuando su hijo llora o tiene una rabieta a causa de una frustración por su falta de habilidad. Empatia no significa rescate, significa comprensión. Déle a su hijo un abrazo y dígale: estas realmente triste ahora, yo se que tu quieres quedarte, pero es hora de irnos. Sostenga entonces a su hijo mientras llora, y déjele tener sus sentimientos antes de cambiar de actividad.

9-. Los niños son capaces de percibir cuando los padres estamos decididos a actuar y cuando no. No diga nada que no esté absolutamente seguro de llevar a cabo y sea capaz de decirlo de forma respetuosa. A continuación llevelo a cabo con dignidad y respeto, y usualmente sin palabras. De nuevo esto significa redirigir al niño enseñándole lo que si puede hacer en lugar de castigarle por hacer lo que no puede hacer.

10-. Establezca una rutina para cada acción que se repita a diario: levantarse, desayunar, ir de compras, acostarse…. Así puede usted preguntarle al niño: ¿Qué nos toca hacer ahora según el horario? Para niños mas pequeños la formula es: ahora nos toca hacer….

11-. Entienda que puede ser necesario enseñarle a un niño la misma cosa una y otra vez antes de que haya madurado lo suficiente como para comprender. Sea paciente. Minimice sus palabras y maximice sus acciones. No se tome el comportamiento del niño como algo personal y evite pensar que su hijo quiere volverla loca, o que es malo o rebelde. Continúe siendo el adulto en cualquier situación y haga lo que sea imprescindible hacer sin sentimientos de culpa o lastima.

12-. Entienda que su actitud será la que determine si su relación con su hijo será un campo de batalla o una relación calida y firme en la que su hijo pueda explorar y desarrollarse dentro de unos limites apropiados.


Su trabajo a estas edades es pensar en si mismo como en un entrenador y ayudar a su hijo a tener éxito y aprender como se hacen las cosas. También debe ser usted un observador, que trabaja en aprender quien es su hijo, una persona única. Nunca infravalore la habilidad de un niño pequeño, pero por otra parte, vigile cuidadosamente cuando introduzca nuevas oportunidades y actividades y aprenda a diferenciar aquello que le interesa a su hijo, lo que puede hacer, y lo que necesita su ayuda para aprender de usted.

La seguridad es un asunto importante a esta edad, y es tarea suya mantener a su hijo seguro sin permitir que sus miedos le desanimen. Por esta razón la supervisión es una herramienta fundamental de los padres, unida a la calidez y la firmeza, para reconducir o enseñar a su hijo. Por ejemplo, los padres pueden enseñar a un niño de dos años que no debe cruzar la calle, pero no pueden aun permitirle jugar cerca de una carretera sin supervisión, por que saben que no pueden esperar de el que sea capaz de asumir por si mismo la responsabilidad de no hacer aquello que sabe que no debe hacer. Y ¿Por qué estos mismos padres esperan que su hijo entienda perfectamente cuando ellos dicen NO?

Conocí a una madre que se preguntaba porque se habría metido ella en el asunto de ser madre. Daba la impresión de que tanto ella como su hijo estaban fuera de control. A ella no le gustaba que el no le hiciera caso, y tampoco le gustaba estar chillando todo el día y utilizando métodos punitivos ineficaces.

Acudió a una escuela de padres, centrada en padres de niños en edad preescolar. Allí aprendió cual era el comportamiento adecuado para niños de la edad del suyo. Cuando cambiaron sus expectativas sobre el niño perfecto que obedece cada una de sus órdenes, comenzó a disfrutar con la experimentación de su hijo con su iniciativa y su autonomía. En lugar de tratar de controlarlo, comenzó a guiarlo fuera de sus comportamientos inadecuados, mostrándole cosas que si podía hacer.

Se mostró sorprendida de cuanto se calmaba su hijo, cuando ella se calmaba. Los episodios de frustración ocurrían cada vez con menor frecuencia y eran resueltos con mayor rapidez, gracias a sus nuevos conocimientos.

Cuando uno comprende que los niños realmente NO ENTIENDEN la palabra NO del modo que pensamos que deben hacerlo, empieza a tener sentido utilizar la distracción, reconducción o cualquier método respetuoso de disciplina positiva.

UNA ACTIVIDAD:

La siguiente demostración le mostrará el desarrollo intelectual, y puede ayudar a los padres a comprender porque los niños no entienden algunos conceptos como la palabra NO. (CAPACIDAD DE ABSTRACCION)

1-. Fabrique dos bolas de barro del mismo tamaño, y muéstreselas a un niño de menos de 3 años. Haga ajustes poniendo o quitando barro hasta que el niño esté de acuerdo en que son del mismo tamaño. En ese momento, y en presencia del niño aplaste una de las bolas. Pregúntele si siguen siendo del mismo tamaño. El niño le dirá que no, y le dirá cual piensa que es de mayor tamaño. Un niño de cinco años será capaz de decirle que son del mismo tamaño y porque.

2-. Llene dos vasos de agua iguales, hasta la misma altura. Haga los ajustes necesarios hasta que el niño esté de acuerdo en que tienen la misma agua. Luego vierta el contenido de uno de los vasos en otro vaso largo y estrecho, y el del otro vaso en un vaso ancho y bajo. Pregúntele al niño si siguen teniendo la misma cantidad de agua. Le responderá que no, y le dirá cual tiene mas agua. Un niño de 5 años, le dirá que si, y le explicara la razón.


Fuente: Adivina cuanto te quiero

El control de esfinteres, por Carlos Gonzalez

viernes, 4 de julio de 2008




Un derecho humano que no suele venir en los libros, pero que sin embargo es ampliamente respetado, es el de defecar cuando nos viene en gana. Por supuesto que a veces nos pilla el apretón en un acto social o lejos de un inodoro, y nos vemos obligados a aguantarnos (y todos sabemos lo que eso cuesta). También sabemos lo que cuesta defecar cuando no se tienen ganas (el típico «ve al lavabo antes de salir, que luego no podremos»). ¿Se imagina usted que el director de una fábrica, para evitar pérdidas inútiles de tiempo, obligase a los empleados a ir al lavabo de once a once y cuarto, todos a la vez? ¿Verdad que parece, más que humillante, grotesco, que daría lugar a protestas, que saldría en la prensa?

Si obligar a un adulto a ir al lavabo a las 11:45 o prohibírselo a las 13:28 nos parece una ridiculez, mucho más ridículo nos parecería intentarlo con un bebé. Si nuestra hija de nueve (o diecinueve) meses se hace caca encima, no es para fastidiar, ni por maldad, ni por enfermedad, sino porque es lo normal, porque a esa edad los bebés no tienen todavía control de esfínteres. Y si a los cinco meses (o a los quince) sentamos a nuestro hijo en un orinal y no hace nada, no pensamos que nos esté tomando el pelo o desafiándonos, ni que haya que llevarla al psiquiatra, sino simplemente que es normal, que todavía no sabe usar el orinal. A decir verdad, a los cinco meses ni siquiera nos sorprendería que se cayera del orinal.

Pero hubo un tiempo, lo crea o no, en que se obligaba (o se intentaba obligar) a los niños de nueve meses y a los de cinco a usar el orinal. En 1941, el Dr. Ramos, refiriéndose al segundo trimestre (es decir, entre los tres y los seis meses), afirma: "Que el reglamentar los actos naturales de la defecación y la micción es también un poderoso medio educativo. A partir de los tres meses la madre pondrá al niño en el orinalito a las horas en que suele hacer la deposición [...] y si no lo hiciere, está permitido durante unos días solamente introducirle un supositorio de manteca de cacao o glicerina con objeto de que asocie la idea de «orinalito» y «hacer pon»". ¿Se han fijado en un detalle? El control de esfínteres no es un fin, sino un medio. No se educa al niño para que haga caca en el orinal, sino al revés: se reglamenta la defecación para educar al niño. El fin no es conseguir que el niño no se ensucie, eso es sólo secundario. El verdadero fin es que el niño se eduque, es decir, aprenda a obedecer, a cumplir la voluntad de sus padres. El que ha sido capaz de obedecer una orden tan ridícula como «caga ahora mismo», obedecerá luego, sin protestas ni preguntas, cualquier otra orden.

Ya en 1905 lo había expresado Freud con total claridad: "Uno de los mejores signos de futura anormalidad o nerviosismo es, en el niño de pecho, la negativa a verificar el acto de la excreción cuando se le sienta sobre el orinal; esto es, cuando le parece oportuno a la persona que está a su cuidado, reservándose el niño tal función para cuando a él le parece oportuno verificarla." Es decir, un niño de pecho (suponemos que se refiere a un niño menor de doce meses) que no hace caca cuando le dicen sus padres, sino cuando le vienen ganas, se está «negando» a obedecer, se está «reservando» ese dudoso placer, está desafiando la autoridad paterna y dando claros síntomas de futura anormalidad, de neurosis. Todos los niños que siguen usando pañal después del año serán (o ya son) neuróticos, según Freud. ¡Con razón se dice que «hay más fuera que dentro»!

¿Por qué Freud, Ramos y muchos otros estaban tan convencidos de lo que decían? Algún niño habrían visto usar con éxito el orinal antes del año para afirmar que eso es lo normal. Algún neurótico conocerían que tuvo problemas con el orinal, para concluir que existe una relación entre ambas cosas. En efecto, el método funcionaba con muchos niños. Algunos hacen caca cada día a la misma hora, y si los pones en el orinal justo a esa hora, ¡prueba conseguida! Con la repetición, el niño asociaba el orinal con hacer caca y se acababa creando un reflejo condicionado. El ejemplo típico de reflejo condicionado es el famoso perro de Pavlov, al que se hacía escuchar una campanilla cada vez que comía. Al final, sólo con oír la campanilla, ya empezaba a secretar saliva («se le hacia la boca agua»). El reflejo condicionado es inconsciente, no requiere inteligencia (el perro no la tenía), ni libre albedrío (el perro no puede secretar saliva a voluntad, sino sólo cuando oye la campanilla). Si la asociación entre sentarse en el orinal y hacer caca no se conseguía por casualidad, se provocaba con un supositorio de glicerina o una lavativa, que suelen producir una deposición al cabo de pocos minutos. Además, es sabido que el frío hace orinar a los niños pequeños, con lo que sólo por bajarles los pantalones ya es fácil que hicieran algo.Pero había, por supuesto, muchos niños en los que no se conseguía condicionar el reflejo, muchos niños que no hacían caca cuando les ordenaban.

Hoy día, la abuela, la vecina, la enfermera, el pediatra y el libro dicen a los padres inexpertos: «Claro, ¿qué esperabais? A esta edad todavía no controlan esfínteres.» Los padres dicen «¡ah, bueno!» y guardan el orinal hasta el año próximo, y aquí paz y después gloria. A esos niños no les pasa nada y evidentemente no se vuelven neuróticos. Pero hace ochenta años, cuando el niño de seis meses no hacía caca en orinal, la vecina, la abuela, el pediatra, el libro y el psiquiatra le decían a los padres: «No puede ser, os toma el pelo», «a ver si está enfermo», «un primo mío empezó así y acabó en el manicomio», «tenéis que insistir», «mano dura es lo que necesita este niño»... Los atribulados padres insistían, ponían al niño en el orinal durante horas («hasta que no hagas caca no te mueves de aquí»), le gritaban, amenazaban y castigaban, se burlaban de él («¡tan mayor y todavía con pañales!»), le llevaban al médico, le daban laxantes, le ponían lavativas, le sumergían el culo en agua caliente como castigo (los libros describen aún las típicas quemaduras por agua hirviendo)... No es de extrañar que algunos de aquellos pobres niños acabasen neuróticos. La profecía se cumplía, los vecinos y pediatras exclamaban «ya advertí que este niño acabaría mal si no se le enseñaba a usar el orinal antes del año», y Freud (como casi todo el mundo en su época) confundió el efecto con la causa. Ni siquiera podían sospechar que eran, precisamente, los esfuerzos por «educar» al niño los que habían causado la neurosis.




Por suerte, cada vez más médicos se fueron dando cuenta de cuál era el verdadero problema, y en los años setenta el doctor Blancafort expresó a la perfección lo que la ciencia pensaba entonces (y sigue pensando): "Antes del año resultan inútiles e incluso a veces contraproducentes los intentos de «enseñar» al niño a controlar correctamente sus necesidades fisiológicas. [...] Al niño se le tiene que educar, pero no «domesticar», como si de un animalito se tratase. Precisamente esto es lo único que, como máximo, conseguirían las madres tenaces y obsesivas: domesticarlo, pero a costa de mantener al niño largas horas sentado en el orinalito, lo que acabaría constituyendo una auténtica tortura en el pequeño y determinando en no pocas ocasiones una actitud de negación y rechazo, cuando no de verdadero terror. [...] Es fácil que el niño se encuentre en condiciones de ejercer un control perfecto sobre estas necesidades hacialos dos años de edad." Totalmente de acuerdo. Sólo un reproche le haría al doctor Blancafort: en vez de reconocer que la medicina y la psiquiatría habían metido la pata en este tema, le hecha la culpa a las «madres tenaces y obsesivas». Pobres madres, no hacían más que seguir las recomendaciones de los pediatras y psiquiatras de treinta años atrás.Por suerte, la puericultura actual es científica y ya no se hacen barbaridades como la de enseñar a los niños a usar el orinal a los tres meses, ¿verdad? Pues sí, se hace una barbaridad semejante para «enseñar» al niño a dormir. Algún día, cuando se reconozca que dejar llorar a los niños por la noche y obligarlos a dormir separados de sus madres durante los primeros años «es inútil e incluso contraproducente» y que esos métodos «domestican, pero no educan», también le echarán la culpa a las «madres tenaces y obsesivas». Como si la idea hubiese sido de ellas.




Cuándo y cómo quitar los pañales



Muchas veces se habla de «aprendizaje del control de esfínteres» y eso deja a los padres vagamente intranquilos. Porqué, aparentemente, un aprendizaje requiere una enseñanza. ¿Quién y cómo ha de enseñar al niño a controlar sus esfínteres, sea eso lo que sea? Pues no, aprender a no hacerse pipí encima, lo mismo que aprender a caminar, a sentarse o a hablar, son cosas que no requieren estudio ni enseñanza. Existen niños de diez años y también adultos que no saben leer o que no tocan el piano porque nadie les enseñó. Los padres tienen que hacer algo (enseñar a su hijo o buscarle un profesor o una escuela) si quieren que aprenda esa y muchas otras cosas. Pero no hay niños de diez años que no sepan caminar, sentarse o hablar, o que se hagan pipí encima (despiertos). Todos los niños sanos (y buena parte de los enfermos) controlan perfectamente el pipí (dedía) y la caca a los cuatro años o bastante antes.

Por lo tanto, la pregunta no es «¿qué tengo que hacer para que mi hijo aprenda a usar el retrete?», pues haga usted lo que haga, tanto si lo hace todo «bien» como si lo hace todo «mal», o incluso aunque no haga nada de nada, su hijo aprenderá. La pregunta es «¿qué puedo hacer para que mi hijo no sufra mientras aprende a usar el retrete?» Y la respuesta es «más vale que no haga nada». O que haga lo menos posible. Cuando los padres hacen algo, cuando sientan al niño a ciertas horas en el orinal, cuando le obligan a estar sentado hasta que hace algo, cuando le riñen si se lo hace encima, a la larga el niño aprenderá también a ir al retrete, pero será desgraciado en el proceso (y sus padres también). En casos extremos, es probable que ciertas «enseñanzas» desafortunadas puedan retrasar el aprendizaje o producir en el niño un rechazo a defecar que se convertirá en estreñimiento.

Pero si no le quitamos nunca el pañal, ¿cómo aprenderá? ¿No seguirá llevando pañal toda la vida? Lo dudo. No conozco a nadie que haya hecho la prueba; pero sospecho que, incluso si los padres no tomasen nunca la iniciativa, todos los niños acabarían por arrancarse el pañal ellos mismos. Nadie va con pañal por la calle a los quince años. Pero el caso es que los pañales cuestan dinero y cambiarlos cuesta un esfuerzo, y casi todos los padres hacen, antes o después, un esfuerzo para quitar el pañal a sus hijos.

En principio, eso no debería traer ningún problema. El pañal es algo totalmente artificial, un invento relativamente reciente que no busca la comodidad del niño, sino la de sus padres. Los niños no necesitan pañal. Muchos padres le quitan a su hijo el pañal en verano y que sea lo que Dios quiera. Incluso antes del año, cuando saben que es imposible que el bebé controle el pipí y la caca de forma voluntaria. Para hacerlo, por supuesto, es conveniente no tener alfombras ni moquetas en casa, y es necesario estar dispuesto a fregar cualquier rincón en cualquier momento, sin el menor reproche. Así se ahorra el niño algunas escoceduras por el calor y los padres mucho dinero en pañales. Al final del verano, si (como era de esperar) el niño se lo sigue haciendo todo encima, se le vuelve a poner el pañal y tan contentos.En el primer verano después de los dos años, cuando de verdad hay alguna esperanza de cambio, los padres pueden explicarle al niño lo que se espera de él: «Cuando tengas ganas de hacer pipí o caca, avisa.» Pero, por supuesto, no se harán pesados preguntando cada media hora (basta con quelo expliquen una vez en junio o, como mucho, cada quince días), ni lo sentarán en el orinal cuando no lo ha pedido, ni le reñirán o criticarán ni se burlarán de él por los escapes o por las falsas alarmas, ni mostrarán impaciencia. Puede ser útil preguntarle si prefiere usar el retrete, como papá y mamá, o un orinal (y que elija el que más le gusta) o un adaptador para el retrete. Mientras no haya un mínimo control, es prudente ponerle el pañal para salir a la calle.Algunos niños logran el control en este verano, otros en el siguiente. Algunos, por supuesto, alcanzan la madurez entre medias y piden que se les quite el pañal en invierno («¿Estás seguro?» «Sí.» «Bueno, vamos a hacer la prueba.»)

Quitar el pañal, decíamos, no habría de traer ningún problema, pero a veces lo trae. Incluso sin obligarles, sin reñirles, sin ponerse pesado y sin hacer comentarios ofensivos, algunos niños se niegan a que les quiten el pañal. Están tan acostumbrados a llevarlo, que no se imaginan la vida sin él. Explíquele a su hijo que no importa que se haga pipí o caca en cualquier sitio, que no se va a enfadar. Pero si a pesar de todo le pide un pañal, póngaselo sin rechistar. Al fin y al cabo, la idea no fue suya; fueron sus padres los que decidieron ponerle pañal cuando nació y no es culpa del pobre chico si se ha acostumbrado. Es posible que un niño que al año y medio se dejó quitar el pañal, se niegue a los dos años y medio. No insista, no atosigue, simplemente dígale: «Bueno, cuando quieras que te lo quite, avisa», y ya está.Algunos niños están contentos de ir sin pañal, pero se sienten incapaces de usar el orinal. Notan que van a hacer algo, avisan, pero no quieren sentarse en ningún sitio. Quieren el pañal. A veces, durante una temporada, hay que ponerles un pañal cada vez que han de hacer pipí o caca. A algunos, que juegan desnudos en la playa, hay que ponerles un pañal para que hagan pipí. No se asombre, no se queje, no se ría. Póngale el pañal sin discutir, que ya falta bien poco. Algunos niños, más tímidos, no se atreven a pedir el pañal, pero tampoco a usar el orinal, e intentan retenerse lo más posible. Algunos llegan a sufrir estreñimiento. Si observa que su hijo deja de hacer caca cuando le quitan el pañal, pruebe a ponérselo otra vez (incluso si no lo ha pedido).No es malo volver a usar el pañal después de unos días o meses sin él. No es un paso atrás ni un retroceso, ni le hace ningún daño al niño. A no ser, claro, que él se niegue.

Nos vamos ahora al otro extremo, al del niño que no es capaz de controlarse, pero insiste en que le quiten el pañal o en que no se lo vuelvan a poner si se lo habían quitado en verano. Como siempre, es importante hablar con el niño y ser respetuoso. Si sólo hay fallos ocasionales, es mejor hacerle caso. Si el control es nulo, tal vez pueda convencerle de que se lo deje poner. Pero si se niega en redondo, si llora para que no le pongan el pañal, si lo vive como un fracaso o una humillación, es mejor también hacerle caso, tal vez intentar llegar a una solución de compromiso («puedes ir sin pañal por casa,pero si salimos a pasear te lo has de poner»). A veces hay que renunciar a salir de casa durante unas semanas para no tener un drama, lo que no deja de ser una lata. Por eso es importante no ponerse pesados con el asunto, no lanzar indirectas y puyas, que nadie le vaya diciendo al pobre niño «qué vergüenza,tan mayor y con pañales», «a ver si aprendes a ir al retrete de una vez», «si te lo vuelves a hacer encima, te tendré que poner pañales como a una niña pequeña» y otras lindezas. Nunca hay que hablar así a un niño, ni en este tema ni en otros. Todos los niños normales saben controlarse de día, sin necesidad de enseñarles nada. Si su hijo se sigue haciendo caca o pipí encima después de los cuatro años (salvo algún accidente muy de tarde en tarde con el pipí), consulte al pediatra.

Cuando hay problemas, con frecuencia son de origen psicológico (a veces debido precisamente a intentos de «enseñarles» a usar el orinal por las malas y otras veces, manifestación de otros conflictos o de celos). En algunos casos, la defecación involuntaria (encopresis) es consecuencia del estreñimiento: se forma una bola que irrita la mucosa rectal y produce una falsa diarrea. El niño no lo hace a propósito, y las burlas y castigos no harán más que empeorar el problema.


Pero las noches son muy distintas. Aunque muchos niños pueden dormir secos a los tres años, otros muchos se hacen pipí en la cama (enuresis nocturna) hasta la adolescencia o incluso toda la vida. Durante la Primera Guerra Mundial, el 1% de los reclutas norteamericanos fue declarado no apto para el servicio por enuresis. La enuresis nocturna casi nunca tiene causa orgánica o psicológica, sino que depende de la maduración neurológica y de las características genéticas (va por familias). Algunos niños consiguen no hacerse pipí en un día especial (por ejemplo, en casa de un amigo), a costa de pasar la noche prácticamente en vela. Por supuesto, no pueden hacerlo muchos días seguidos. Por desgracia, algunos padres no comprenden el enorme esfuerzo que han hecho y se lo echan en cara («en casa de Pablo bien que espabilaste, pero aquí no te preocupas,claro, como estoy yo para lavar sábanas»). Este tipo de comentarios, además de cruel, es falso. Hace poco, una madre comentaba en un foro de Internet que su hija de siete años se hacía pis en la cama. Otra madre le contestaba así: "Yo estuve haciéndome pis hasta los dieciséis años, y peor que me sentía y más acomplejada que nadie... Me tiraba las noches en vela para no mojar la cama, y en cinco minutos que el sueño me rendía, me hacía pis; estaba desde el medio día sin beber nada, era horrible, y seguía haciéndome pis; me levantaba por la noche a lavar mis sábanas para que no se enteraran... No la regañes, no la responsabilices, es una enfermedad, de pronto un día dejé de hacérmelo. Mi hijo mayor se hizo pis hasta los trece años..."


Quisiera explicar aquí una anécdota, en homenaje a un gran pediatra japonés, el Dr. Itsuro Yamanouchi, de Okayama. Visité su hospital en 1988, y me fascinó aquel sabio humilde que seguía atendiendo consultas externas de pediatría a pesar de ser director de un gran hospital. Le acompañé una tarde en su consulta, y él me explicaba en inglés lo que ocurría.
—Este niño tiene seis años, y se hace pipí en la cama. Le he explicado a la madre que eso es normal, que no hay que hacer nada, y que yo me hice pipí hasta los siete años.—¡Qué casualidad! —respondí en mi inglés vacilante—. Yo también me hice pipí hasta los siete años.

El Dr. Yamanouchi se apresuró (para mi sorpresa) a traducir mis palabras, y la madre me miró con más sorpresa aún y se deshizo en reverencias y agradecimientos. Un rato después, otra madre, mientras escuchaba las palabras del médico, me miró también con asombro y me hizo otra reverencia.—Este niño de diez años también se hace pipí en la cama. Le he explicado a la madre que yo me hice pipí hasta los once años, y tú hasta los siete.—Pero... ¿no me dijo usted que también se había hecho hasta los siete?—Bueno —sonrió el Dr. Yamanouchi—, yo siempre les digo un año más.

El cerebro de una madre

jueves, 3 de julio de 2008



Del Capítulo 5 del libro "El cerebro femenino" de Louann Brizendine


EL CEREBRO DE MAMÁ







"La maternidad te cambia, porque transforma el cerebro de una mujer, estructural, funcional y en muchas formas, irreversiblemente. Este cambio cerebral da origen a un cerebro motivado, siempre atento y decididamente protector, que obliga a la nueva madre a cambiar sus reacciones y prioridades en la vida. Se ligará con ese ser como no se ha ligado nunca con nadie. Las alternativas son la vida y la muerte.




En la sociedad moderna, en la que las mujeres no son sólo responsables de parir niños sino de sostenerlos económicamente, estos cambios en el cerebro crean el conflicto más profundo en la vida de una madre. Cuanto más intensamente hagas algo, más células asigna el cerebro a dicha tarea,




...La biología puede invadir circuitos a pesar de nuestras mejores intenciones y gran cantidad de mujeres experimentan los primeros síntomas del "cerebro maternal" mucho antes de concebir un hijo, especialmente si lo han estado intentando durante un tiempo. El "deseo del bebé" - el ansia profunda de tener un hijo - puede afectar a una mujer poco después de que haya acunado al recién nacido, suave y cálido, de otra. El suave olor de la cabeza de un niño lleva feromonas que estimulan al cerebro femenino para que produzca la poderosa poción del amor - la oxitocina - creadora de una reacción química que induce al deseo de bebé. El tacto de la piel de su bebé, el aspecto de los deditos de manos y pies, los breves llantos y gritos entrecortados quedan ya tatuados en el cerebro de la madre. En el plazo de horas o días, puede embargarla un abrumador afán de protección y se establece en ella la agresividad maternal. Su fuerza y resolución de cuidar a ese pequeño ser y de protegerlo se apoderan por completo de los circuitos cerebrales maternos. La madre siente que podría parar la marcha de un camión con su propio cuerpo para proteger al bebé. El cerebro se le ha modificado y junto con él la realidad.




Tal es quizás el cambio de la realidad más importante que ocurre en la vida de una mujer. Igual que un sistema global de actitud humana, los centros cerebrales de una madre para la vista, el sonido y el movimiento están orientados a monitorizar y seguir a su bebé. Esta vigilancia incrementada puede adquirir todas las formas posibles, dependiendo de la amenaza que una madre perciba contra la seguridad y estabilidad de su "nido". Incluso es algo normal el replanteamiento de las obligaciones del marido como proveedor.




Los circuitos cerebrales maternos cambian también en otros aspectos. Las madres pueden tener mejor memoria espacial que las que no han tenido hijos y pueden ser más flexibles, adaptables y valerosas. Tales son las habilidades y talentos que necesitarán para custodiar y proteger a sus bebés. Si han tenido por lo menos una camada, las hembras de rata, por ejemplo, son más atrevidas, muestran menos actividad en los centros del miedo de sus cerebros y se desempeñan mejor en las pruebas de laberintos porque tienen más memoria; además son cinco veces más eficientes para cazar presas. Estos cambios duran toda la vida, según han visto los investigadores. Las madres humanas pueden compartir estas experiencias.




Semejante transformación es válida también incluso para madres adoptivas. En tanto permanezcas en contacto físico continuado con el niño, tu cerebro emitirá oxitocina y reformará los circuitos necesarios par hacer y mantener el cerebro maternal. La dopamina se incrementa en el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina. Es el mismo circuito de recompensa disparado en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo. Los crecientes vínculos incluyen los efectos de críar al niño dándole el pecho. La mayoría de las mujeres que amamantan a sus bebés reciben un beneficio extra: el estímulo regular de los más agradables aspectos del cerebro materno.




En cierto estudio se dio a ratas madres la oportunidad de apretar una barra y obtener una pizca de cocaína o apretar otra barra y que un cachorro de rata viniera a chupar sus pezones. ¿Cuál creéis que preferían? Los chorros de oxitocina en el cerebro superaron siempre la toma de cocaína. Puedes imaginar en qué medida dar de mamar refuerza la conducta maternal; tenía que ser útil para garantizar la supervivencia de nuestra especie.




Cuando un bebé coge el seno de la madre con sus manecitas y chupa el pezón, desencadena flujos explosivos de oxcitocina, dopamina y prolactina en el cerebro de la madre. Empieza a fluir la leche del seno. Al principio, todos aquellos tirones en tus pezones secos y sangrantes te pueden hacer pensar que será imposible superar otro día de tortura por culpa de la lactancia. Sin embargo, después de unas cuantas semanas - si no te has sentido arrastrada al harakiri - tendrás la capacidad de sosegar a tu bebé chillón y calmarte tú misma gracias a la lactancia. En el plazo de tres o cuatro semanas, la experiencia empieza a ser totalmente placentera; y no sólo porque el dolor haya cesado. Empiezas a esperar la hora de dar el pecho, a menos que estés tan corta de sueño que pases el día medio dormida. Pero en cierto momento de los pocos meses iniciales, podrás darte cuenta de que dar el pecho se ha vuelto fácil y de que lo disfrutas de verdad. Te baja la presión sanguínea, te sientes tranquila, relajada y te meces en olas de sentimientos de amor por tu bebé inspiradas por la oxitocina".




Fuente: del blog de Valeria, a su vez de Criar y amar

La ministra de España

miércoles, 2 de julio de 2008

Despues de tantos dimes y diretes, he visto el post que le pone punto final contundente (la cereza del pastel) a este asunto (o por lo menos a las opiniones que parecen ser la mayoria, desde donde yo estoy):

La ministra no tiene pouch


Bravo, Lau!!!

El papel del padre en la lactancia

“El papel del padre durante la lactancia podemos definirlo y moldearlo”-Carlos González


Esta es una entrevista de Arturo Meoño al pediatra Carlos González, él es autor de exitosos libros como Mi niño no me come, Bésame mucho, Un regalo para toda la vida. Además del tema de la crianza de la niñez es un experto y reconocido conferencista sobre lactancia materna.


Arturo -Según su experiencia, ¿dentro del núcleo familiar, cuáles mitos, prejuicios o “resistencias” a la lactancia son más comunes entre los hombres?

Carlos -No me da la impresión de que haya unas resistencias especiales. Más bien diría que la mayor parte de los padres están muy contentos con la lactancia. El mito es el que tiene toda la sociedad (incluyendo a la propia madre): que a lo mejor no hay suficiente leche, que a lo mejor la leche no es buena… A veces se oye decir que hay maridos que no quieren que su esposa dé el pecho porque se le va a “caer” y “estropear”, o porque creen que el pecho es un órgano erótico y por tanto pertenece al marido, y no al niño. Pero el caso es que nunca he oído a ningún padre decir estas cosas, siempre son rumores, alguien que ha oído que otro ha dicho que otro piensa… a lo mejor esas supuestas resistencias son en sí mismas un mito.


Arturo -Las masculinidades predominantes ¿nos generan obstáculos a los hombres para poder tener una adecuada participación en la lactancia de nuestros hijos e hijas? ¿O lo que tenemos son vacíos en cuanto a información, formación o educación?

Carlos -Ahí me pierdo, ¿qué son las “masculinidades predominantes”?


Arturo -Las variaciones del machismo.

Carlos -¡Ah, el machismo, y la participación en la lactancia! Ante todo, el machismo no dificulta la lactancia. Durante siglos, probablemente milenios, las mujeres han dado el pecho a pesar del machismo. Ha sido justo en el siglo en que el machismo ha disminuido un poco, y en los países en que ha disminuido, en donde la lactancia se ha visto en peligro. Supongo que es pura coincidencia.


Los padres no podemos participar en la lactancia (salvo que usemos “participar” en un sentido tan amplio que ya no tiene sentido). Podemos participar en la crianza de nuestros hijos, podemos llevarlos en brazos, cantarles, dormirles, acariciarles, lavarles, vestirles, cambiarles los pañales, jugar y hablar con ellos, llevarlos a pasear, ayudarles con los deberes, leerles libros… pero no podemos darles el pecho. Más vale acostumbrarse a ese hecho, y admitir que no es ninguna deshonra. Porque la absurda noción de que padre y madre deben hacerlo todo por igual ha llevado a algunas familias a dar biberones, “para que el padre también pueda participar”. Es fácil caer en la tentación de pensar: “mi abuelo era un machista medio salvaje, pero yo soy un hombre moderno e igualitario”. Pero cada época ha tenido sus ideas y su forma de vida, con sus ventajas y sus inconvenientes. Tal vez estamos haciendo mejor algunas cosas, pero peor otras. No, nuestro abuelo nunca cambió un pañal, pero tampoco se le hubiera ocurrido divorciarse de su esposa para irse con otra más joven, y mucho menos “olvidarse” de pagarle la pensión, o pelear ante los tribunales para poder separar a un niño de un año de su madre fines de semana alternos y dos semanas en vacaciones.


Arturo -Asumido el hecho que no podemos darles el pecho, podrías ahondar en ¿cuales serían los principales roles de nosotros los padres durante el período de lactancia?

Carlos -El papel del padre durante la lactancia no es biológico, y por tanto podemos definirlo y moldearlo a nuestro gusto. No creo que nadie pueda definir e imponer un papel como mejor que los demás. Cada familia se organiza según sus tradiciones, preferencias, expectativas y posibilidades. Los padres pueden ganar dinero para que la madre pueda dedicarse durante un tiempo al cuidado de su hijo, pueden hacer las tareas domésticas, pueden bañar al bebé y cambiarle el pañal y consolarlo cuando llora y no se calma ni con el pecho o cuando se despierta a media noche y nadie sabe qué le pasa. Pueden apoyar a su esposa, asegurarle que lo está haciendo muy bien, que están orgullosos de ver qué buena madre es, que aunque no tenga tiempo de arreglarse está más guapa que nunca. Pueden hacerla reír. Pueden protegerla frente a las críticas de familiares y otras personas que no estén de acuerdo con la lactancia. Pueden sacar al bebé a pasear un par de horitas para que la madre pueda dormir la siesta. Pueden intentar apartarse del paso y no molestar. Supongo que todos los padres hacen algunas o varias de estas cosas, en proporción variable.


Arturo -Ya que mencionaste el aspecto emocional, ¿qué necesidades puede tener nuestra pareja mientras está dando pecho, y cómo podríamos ayudarla a satisfacer estas necesidades?

Carlos -Seguro que cada madre tiene sus propias necesidades, así que siempre es buena idea empezar por preguntarle. También puede ser, por supuesto, que no sea consciente de sus propias necesidades, o que no sepa expresarlas, o que le parezcan una tontería y no se atreva a nombrarlas. O que intente amoldarse a lo que la sociedad espera(o a lo que ella cree que la sociedad espera) de ella, y dé la respuesta “correcta” en vez de la real. Parece todo muy complicado; pero al fin y al cabo no somos psicólogos, sólo maridos. Hacemos lo que podemos, y lo importante es la buena voluntad. En esa buena voluntad se incluye el suponer que también ella tiene buena voluntad, que también hace lo que puede aunque no siempre acierte. La felicidad requiere cierto esfuerzo por ambas partes.


Arturo -¿Qué diferencias y qué constancias encuentras entre los hombres que vivimos en la “cultura occidental” en comparación con las familias en la prehistoria?

Carlos -¡Anda! Cada vez me haces preguntas más difíciles. En la anterior casi no se me ocurría nada, y ahora menos. Para empezar, los hombres (varones) actuales de la “cultura occidental” son muy distintos unos de otros. Hay grandes diferencias por países, por clases sociales, por edad, por carácter… y diferencias puramente individuales. Probablemente si algo nos distingue, en general, de nuestros antepasados, es el mucho tiempo que dedicamos a trabajar, y el poco tiempo que por tanto tenemos para la familia, los amigos y para nosotros mismos. Los grandes primates en la naturaleza suelen dedicar sólo dos o tres horas al día a buscar comida y comérsela. Nosotros dedicamos ya ese tiempo a ir de compras, cocinar, comer y lavar los platos. Sólo que nosotros, antes de ir de compras, necesitamos trabajar ocho horas diarias para que nos den unos papelitos de colores con los que ir de compras. Otras diferencias importantes es que nos parece normal vivir más de 70 años, cuando nuestros antepasados debían considerar una gran suerte el pasar de 35, y que nos parece que la muerte de un niño es una catástrofe, una desgracia, una mala suerte excepcional, cuando nuestros antepasados debían contar con que al menos la mitad de sus hijos morirían en la primera infancia. ¿Y todo eso qué importa? Pues no lo sé. Por eso digo que no se me ocurre qué responder a esta pregunta…


Arturo -Nada, a mí me encanta cuando podemos ver las cosas en perspectiva histórica. Bueno, la última, a mis amigos cuando me entero que van a ser papás les digo “duerman muy bien ahora” y después cuando ya son papás y los veo con ojeras les dijo “intenten hacer pequeñas siestas a cualquier hora” y tú como doctor y como padre ¿qué sugerencias tendrías para los padres que tienen bebés lactantes?

Carlos -Aquí en España (y supongo que en otros sitios) a los jóvenes les encanta “ir de marcha”. Se van a una discoteca, y luego a otra discoteca, y cuando cierran todas se van a un “after hours”, y luego desayunan… Si les sugieres que estén en casa a las 11, o al menos a la 1 de la madrugada, te miran como si fueras extraterrestre. ¿Serán esos mismos los que, unos años después, vienen a quejarse de que el bebé no les deja dormir? Pues qué pena que me dan (risa malévola).


Bueno, ahora en serio. Tener hijos es cansado, y exige muchas horas de trabajo. Desgraciadamente, nuestro sistema económico no lo reconoce. Pretende que hagamos lo mismo que hacíamos antes, y además cuidemos a los niños, como si fuera cuestión de media horita al día. Como padre, lo primero que diría a mis “colegas” es que prueben a dormir con sus hijos. Todos en la cama grande es mucho más descansado. Que no se duerme igual que sin hijos, desde luego que no, pero es mucho más cómodo tener al bebé al lado y consolarle en seguida que recorrer cada noche el pasillo varias veces para encontrarse con un bebé totalmente desvelado, porque hemos tardado cinco minutos en acudir. Además de cómodo, dormir con los hijos es agradable, una de las cosas más divertidas que tiene la paternidad.


Y lo segundo, que no le echen a sus hijos la culpa de nuestra forma de vida. No es un bebé exigente y manipulador, que nos tiene toda la noche despiertos sin comprender que hemos de madrugar para ir al trabajo. En todo caso, echémosle la culpa a un empresario exigente y manipulador, que nos obliga a llegar temprano al trabajo sin comprender que por la noche hemos estado atendiendo a nuestro hijo. A lo mejor el empresario tampoco tiene culpa, pero al menos no es hijo nuestro.


*(Arturo Meoño el productor y director artístico de la Unidad de Radio Nederland en AL)


Fuentes:

La verdad sobre la lactancia.....


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